miércoles, 24 de diciembre de 2014

Y quien tenga pena, que rabie. [Balance del 2014]

    Nos quejamos por vicio, por el morbo de la queja, porque todo el mundo lo hace, porque la disconformidad es un bien común. Porque somos, al fin y al cabo, niñas con cara de adultas a las que les molesta que el conductor de autobús no apague los fluorescentes a las siete cuarenta y cuatro de la mañana de lunes a viernes y quienes todos los martes buscan algo que justifique que los martes son malos, porque son martes; todo esto sin darse cuenta de lo bonito que es ver amanecer desde el cristal de emergencia y que cada día recorremos cuarenta kilómetros para sumar un día más a la dedicación que nos hace felices, un paso más, nunca un paso en falso.
    Hoy es veinticuatro  de diciembre del dos mil catorce y, como cada año, pienso un poco más en mí y en lo que he sido durante estos doce meses y hago un intento de contarlo, a veces con más o con menos éxito. Segundo de bachillerato fue duro mientras duró; acabamos una etapa preciosa  que ahora echamos de menos pero, a veces, es bonita la nostalgia que te hace ver cómo has crecido y, sobre todo, con quien.  Era principios de junio, día 6 concretamente, y puse el claustro patas arriba; yo, en ciencias toda la vida con mi biología y mi química, decidí cambiarme y hacer lo que el corazón me pedía y la cabeza no me dejaba concebir porque había algo mucho más fuerte que yo misma: “lo que se esperaba de mí”. Cerré todas las puertas y ventanas de mi cabeza, “Andrea, piensa” me repetía, “¿Qué es lo que quieres?”, a cara o cruz: psicología como todo el mundo quería; o filología hispánica con los dos mayores y únicos apoyos que una puede tener. Y salió cruz. La casa por la ventana y que salga el sol por Antequera, me voy a vivir en la literatura al edificio B, me voy a desarrollar lo que adoro, me voy a ser feliz, me voy a ser yo y a serlo entre libros.
    Un verano inmejorable, rodeada de mi gente indispensable; un verano en el que me he dado verdadera cuenta de quién vale, quién está en todas y quién está sólo hasta cuando las cosas no le gustan, que quien se va sin ser echado siempre vuelve sin ser llamado. También fue un verano de repetir errores, de darme con el muro otra vez, de no saber qué responder ante tus ojos –ni siquiera a día de hoy sé si felicitarte, porque no sé qué decirte, ni cómo hablarte-. Un verano que acabó a finales de septiembre y me hizo comenzar una rutina de vida en las palabras en la que ahora vivo feliz, rutinaria y feliz.
    Ahora, comienzo la semana cada martes a las seis de la mañana, pierdo, al menos, dos autobuses 133, y me fumo un cigarro mientras veo la vida pasar siendo partícipe de ella, sabiendo que paso las horas en una facultad que me lo está dando todo; los fines de semana salgo y pierdo la consciencia con lo mejor de mi día a día, me bebo los besos que un día fueron tuyos y que ahora suplen hombres y mujeres diferentes cada noche y vivo feliz, libre, me quiero mucho, me quiero así, las quiero así y me gusta mi vida con diez y ocho años yéndome de vez en cuando hasta mi otra casa, a una hora y media en tren. Y esa hora y media en tren me compensa, aunque solo sea por recitar cuatro versos mal colocados y que me feliciten, que quien me vea se emocione, saber que hay más a flor de piel que lo que parece.  Me gusta saberme independiente del “qué dirán” de una vez por todas, me gusto, me gustan los hombres  y las mujeres, me gusta reconocerlo, me gusta alguien que no eres tú y también quiero que lo sepas, que lo sepa, me gustan las guarradas, las palabras sinceras, los “te quiero” que no atan a nada ni a nadie, me gusta subir del edificio B al A, me gustan las faltas de estilo, lo que no es lo “políticamente correcto”, me gustan los polvos en baños, rápidos o extenuantes, me gusta el sexo oral, me gusta conocer, me gusta mirar a los ojos, a las piernas, a las tetas, a los culos, me gusta bailar, sudar, gemir, beber, caerme y volver a levantarme, los tacones, los escotes y las faldas cortas, me gusta todo eso que a día de hoy vivo con ganas, siempre con ganas de más.

    Por último, sólo quiero deciros una cosa más: soy tan feliz que me quejo porque no soy capaz de canalizarlo, porque lo  he conseguido todo yo sola, porque estoy donde estoy por mí, porque nadie me ha regalado nada, porque estoy orgullosa de mí misma, de mi presente y del futuro que me espera, porque esta soy yo acabando mi 2014 y quien tenga pena, que rabie.
    El minuto previo a las uvas, probablemente abarques todos los pasillos de mi mente con el recuerdo de tu voz, pero he decidido jugarme a cara o cruz tus besos: si sale cara, lo dejo todo por ti otra vez; si sale cruz, sigo bebiendo y le pido al 2015 que me deje mantener lo mejor que tengo y me haga aprovechar todo lo bueno que me ofrezca, aunque tú no lo sepas, aunque tú no aparezcas.

    Año nuevo, ábreme todas las ventanas y alborótame el pelo, las ideas y el corazón, ya nos veremos.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Los versos, el vino y la piel.

 Un amor que fuera, de un lado, sentimiento,
poesía, gesto y, del otro, erección y orgasmo.
Mario Vargas Llosa, La orgía perpetua.

Si yo te contara
que los domingos 
a las diez los muros
se abalanzan 
sobre mí, tu cuello
se vuelve mi frontera, 
me robas el aire, 
disparas cual fusil,
tus ojos, la barrera;
te vuelves, de mi piel, 
el alguacil.
Me enciendo en el eco
de un portazo, me susurras
que estamos solos, 
que no haga caso; 
las mariposas se fueron
con el ocaso, las echaste
de mi estómago 
a embestidas, 
pero aún algo titila
en mis pupilas.

Encuentro en tus manos
la destreza, 
en tu lengua, los desmayos
y pronuncio un 
"Hasta el fondo"
con torpeza.

Llega el frío de diciembre
a hacer cosquillas y sigue
tu perfume fiel
en mis costillas;
me erizas la piel
con un suspiro, una ola
de calor hasta el ombligo.

Sabes más que diez 
Hipócrates, lo irónico
es que yo he nacido
un año antes, y me haces
lo que no me han hecho
ni cien amantes.

Dices que soy la exuberancia
hecha mujer, arte, el placer
en cada parte.
Y lo que no sabes es que, 
cuando llegue la sequía
no habrá tregua, voy
a -con besos- 
empaparte.

Si tú supieras
y yo te contara;
si tú quisieras
y yo me dejara.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Los cementerios están llenos de valientes.

 [...] cuánto le quise, 
cuánto le quiero todavía
y cuánto le querrán mis huesos
cuando descansen en el légamo."
Luis Alberto de Cuenca.

Hace un año ardía
por dentro, veía la vida
pasar estando borracha
de ti, se me iban los días
en tu cuerpo, en tus venas,
en cada pelo de tu cabeza,
en cada poro de tu piel,
en cada lunar,
en cada pieza a que forma
el puente de nuestros besos. 

Pero hoy, hoy dejo
al tiempo curar la herida
con sal, sólo para evitar
que se me forme hielo
aquí donde lo fundías todo.
Y todo tiene una explicación
y la mía es que me creí
muy valiente,
salí y me agarró fuerte
este diciembre gris que
ya no calientan tus ojos,
la lluvia que moja
las penas, el viento que
se lleva tu olor.

Ahora, después de todo,
a todos los que preguntan
que cómo soy, les respondo,
valiente, que soy muy mía
porque reconocer que
soy tan tuya como tus pupilas,
es cosa de cobardes.

martes, 9 de diciembre de 2014

"Sólo el olvido podría rescatarlos de la duda, pero no están dispuestos a olvidarse" - Luis A. de Cuenca

Llegaste, hace mucho,
“como el septiembre imprudente
que todo lo barre”,
como el diciembre implacable
que todo devuelve.

Me decías que los domingos
por la noche me volvía
poesía,
que miraba sin prisa
el reloj,
que sabía desatar
todos los nudos que
en la cabeza tenía
y yo pensando que él
no podía ni con mi sujetador.

No es ingeniero,
no sabe nada
del puente de versos
que hice hasta el botón
de su camisa,
no conoce la lista
de nombres que nos puse
por no llamarlo amor, eso
era ser demasiado atrevida,
porque ni siquiera sabe la melodía
que tocan sus manos,
 la poesía del vidrio de sus ojos,
que distan de ser humanos.

Son ya seis años
desde entonces, y lo que
tampoco sabe es que,
detrás del espejo
de nuestras voces,
entre las sílabas
de estos versos  que él no conoce,
queda lo que fue dulce
y da nostalgia,
queda el beso largo
como un túnel,
queda todo eso que
ni en seis siglos de dormir
a solas, podríamos calmar
con amapolas.

Todo lo que mi boca calla,
todo lo que mis ojos gritan,
todo lo que en mi orilla encalla
y todo lo que el viento agita. 


sábado, 29 de noviembre de 2014

Por esta y mil razones más, brindemos.

Es viernes, noviembre,
las seis de la tarde.
Fuera llueve
pero yo me refugio
en un vagón cualquiera
de la linea cuatro de la renfe.
Llueve mucho,
las gotas mojan los cristales
y yo me dejo llevar
por esta nueva rutina
que tanto me está dando.

Sigue lloviendo
en el cristal
y esa gota pequeñita
que corre por él
como si algo la empujase,
como si todo fuese a acabar
si no corría, y justo delante
de mi ojo izquierdo corre
y converge con dos gotas más,
y las pierdo de vista.

Entonces, pienso que la vida
es dura y gratificante
a cuentagotas; que
cuando creía que me había dado
lo mejor que tengo, llegó
de nuevo, imprevisible
como siempre,
y me dio rizos, colores,
una melena rubia, entradas,
salidas y un cariño
donde no caben las palabras,
aunque nosotras vivamos
en ellas.

Y en ese instante,
cuando empecé a notar
cómo el tren frenaba,
dispuesto a abrirme
las puertas de par en par
a un lugar desconocido,
pero hogar,
me di cuenta de que
habían llegado, estaban
conmigo y
con todas las ganas
de quedarse, siempre,
puestas a la altura.

Habíamos corrido
para encontrarnos,
-como gotas, como
lluvia en el cristal-
a principios de otoño
para pasar, como mínimo,
los máximos otoños
posibles.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Porque nadie aprende lo mismo.

Yo,
yo no sé de sentimientos,
no conozco mariposas
ni nervios, no entiendo
de amores, de dudas,
de errores que abran la piel,
no sé qué le pasó a Eros
ni qué escribía Platón.
Yo no sé de males
del corazón.

Yo,
yo sólo sé que aprendí
el compás que tocaba
tu cintura, que probé tu piel
de caramelo y,
desde entonces,
sólo quise comerte a ti. 

Yo sé bailar salsa
en tus costillas,
revolucionar tu boca y bullir
en ella. Sé del miedo
a no ver tus suspiros
tras la esquina,
sé del vaho que se fabricaba
en mis ojos cuando
me follabas porque yo,
de fallos, tampoco sé. 

Pero sí sé de ortografía,
de que amor se escribe
sin hache aunque me ahogase
entre tus sílabas, porque
de océanos en tu mirada
también sé. 

Conozco la escritura
porque he escrito mil versos
en tu espalda, y gramática
también, pues he vivido
en la sintaxis que predican
tus besos, sujeta a ti,
complementando tu nombre
con caricias y 
con una lengua
que no ha dado tregua
en la batalla de mis folios,
porque,
aunque tú no lo sepas,
la mejor literatura está escrita
de tus labios.

sábado, 15 de noviembre de 2014

A veces, el sujeto de mi predicado son unos ojos verdes cualquiera.

           Es sábado, está todo nublado y probabilidad de lluvia del noventa por ciento, o eso dicen;  siempre llueve cuando no llevas paraguas.
Estoy intentando encontrar la razón por la que he vuelto a buscarte, por qué tus ojos verdes han vuelto a mi cabeza, por qué tu voz de lobo hambriento se mete entre mis venas y vuelve a erizarme la piel otra vez. Después de tanto tiempo, tantos tangos, tantos besos.
                Quizá vuelves a pasearte por aquí dentro cuando fuera llueve porque todo se acabó y yo me quedé con sed, quizá porque me lo habría bebido todo contigo hasta aplacar esta resaca de ti que contraataca cuando menos me lo espero.
                Pero ahora, un año y varios meses más tarde, la quieres a ella y u fall in love with her brown eyes everyday, porque  lo mejor es enamorarse de unos ojos y, en el fondo, aunque me duela, a ella la entiendo; tus ojos están ahí para que cualquiera se enamore de ellos. Los ojos más bonitos que he visto en mi vida, los ojos que más batallas me han hecho perder, los ojos que me perdían incluso fuera de la batalla.
                Me jode tanto aquí dentro porque sé de lo que habla y porque fue ella y no yo. Pude dártelo todo, pero tenías miedo; qué ironía, eras lo que más miedo me ha dado nunca y a la vez por quién habría dejado de ser quien era para ser contigo y con tus ojos verdes.

                Fuiste el sol de mi verano, la arena de mi playa, la tormenta en julio que dio tregua a la sequía que azotaba mis vértebras.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Tengo mojada hasta el alma.

Qué sabrán las religiones
de dioses, si no han tenido
sexo contigo;
si no han roto las puertas
del alma a embestidas;
si no han besado
esa piel salada que escuece
en todas las heridas.

Qué sabrá Madrid
de lugares perdidos
si no ha mordido
cada rincón de tu geografía.
Qué sabrán los astrónomos
de planetas, si no me han visto
unir el sendero de tus lunares
con la lengua, creando la mejor
de las constelaciones.


Qué sabrán los payasos
de alegría si lo único
que me hacía reír
era tu risa en mis caderas
antes de la carcajada
entre mis piernas,
esa misma que me hacía temblar.

Qué sabrán Adán y Eva
de fruta prohibida
si se me secaba la boca
con mirarte, si besé
la serpiente que vive
en ti y nada me ha sabido
mejor hasta ahora.
Qué sabrán los tímidos
de susurros, si no te han visto
hablarme al oído y hacer
de mi piel el alfabeto
en braille.

Qué  sabrán las estrellas
de supernovas, si sólo
nos hacía falta un poco
de calor para explotar.
Qué sabrán los arqueros
de curvas, si volvías mi
espalda una espiral
con el tiro al blanco
de una sola flecha.

viernes, 31 de octubre de 2014

Óyeme con los ojos.

Supongo que es bueno
verte y que no se me
paren los latidos;
se ha evaporado el
miedo a que me hieles la
sangre igual que se
evaporaron tus besos;

mi línea del horizonte ya
no es tu iris marrón,
creo que ni siquiera eres
mi estación, aunque la línea
me obligue a hacer trasbordo
si no quiero seguir hacia tus
brazos de nuevo.

Parece que ya no
apareces y que esas
gafas no te quedan
tan bien como te quedaban
mis besos en la piel;
que puedo mirarte sin que las
pupilas me delaten;

que ya no estoy en la trinchera,
la lucha a pecho desacorazado
ha terminado sin tregua ni
ganador, sólo con dos vencidos
que se quieren aun a tientas,
sin verse pero, aunque
de vez en cuando escuece
tu sal en mi herida,

te veo y sé que ya no estoy hundida.

viernes, 24 de octubre de 2014

Hay ausencias que representan un verdadero triunfo.

En esas condiciones no hay alivio posible:
ni el bálsamo falaz de la nostalgia,
ni el más firme consuelo del olvido.
Ángel González.
Día fugaz huyendo conmigo de mí.

Te juro que lo intento. Intento no buscarte en el asiento del autobús pegado a la ventana, el noveno a la derecha; intento no llenarme el vaso cuando tus ojos aparecen mirándome desde dentro; intento que no se me note que cada palabra me recuerda a ti porque, luego, todo el mundo pregunta “¿Qué tal?”, ¿sabes? Y yo ya no sé si decir que bien, que te estás yendo de lo más recóndito de mi alma y que ya no giro la almohada para dormir en frío porque todo lo caliente me recuerda a tu piel de hielo ardiendo. O contarles que sí, que tus suspiros me persiguen este otoño; que quemaría Roma para que el amor en el que caminaba no me volviese a inspirar; que sería capaz de perder la cabeza en otros andenes con tal de que desaparecieses tú; y que apenas salgo porque así evito que se me separen los metales de la coraza, que con mimo he vuelto a unir, porque eres mi polo opuesto, el imán que me destroza.

Te juro que intento evitar naufragios en mis ojos, pero en días como hoy, que el viento frío me seca los labios y el alma, no puedo evitar echar de más tus llaves y de menos tus ojos.

Sé que está mal visto beber desde por las mañanas pero te juro que, aun dejándome la piel, las rodillas me fallan y tengo que reconocer que me rellenaría todos los vasos para beberme todos tus besos y escribirte todos los versos que el tiempo no nos ha dejado terminar.

lunes, 20 de octubre de 2014

Rober Iniesta, tu piel y yo.

Del vibrar de tus entrañas me hice preso.

Al final, ¿la piel
de quién es?
¿del que la hiere o
del que la cura? 

Tu piel, me corro
si me roza tu piel.
Beso cada poro,
me sabes a sudor y
a caramelo,
a nieve fría y
a calor de invernadero.

Me deslizo hasta
cada rincón perdido
y dibujo garabatos
con mi lengua,
cuando no sé si aún
te has ido,
me entra el frío,
me deshielas. 

Te confieso que has perdido,
soy la mujer que
aún no conoces,
mi lengua dice que
le apeteces,
me enamoro
de tu ombligo
mientras duermes
y yo no sé dormir
si no he mordido.

Ojalá seas el timón
de mi navío,
yo descanse sin saberlo
y aún te bese igual
habiéndote bebido.

Busco en cada hogar desconocido
la caricia que me erice
hasta las venas.
Haz que me vibren
las entrañas y
cuando amanezcas,
todavía no me habré ido.

domingo, 12 de octubre de 2014

Olvido que no veo por verte.

¿Se me ve llover
bajo el paraguas?

¿Se ven los charcos
por alguna rendija
de la coraza?

Es domingo, llueve
y no hay palabras
para contarte que me escondo
tras las nubes
para que no me veas suspirar;
que los muros se me echan encima
porque este silencio hace grietas y
mi corazón hace aguas; y que,
por mucho que me arrope
entre los folios,
tu fisonomía se escapa
de mi alma
en toneladas de palabras
que no hacen más que mojarme
aunque lleve el paraguas
del olvido.

Porque me has calado
hasta los huesos
y ya es octubre,
se ha ido el sol
que evaporaba tus caricias.

Fotografía: @saraflowerpowe 
Buena amiga, mejor modelo y fotógrafa.

sábado, 4 de octubre de 2014

Érase todas las veces.

Érase todas las veces que te me apareces de madrugada, que me he perdido en tus ojos, todas esas caricias que se volatilizaron sin pasar por tu piel y los besos que no fuimos capaces de arrebatarnos cuando era lo único que nos habría salvado. Érase siempre tu risa en mi subconsciente, mi conciencia en tus pupilas y mi reino por saber qué era de mí en tus noches en vela. Érase -no una- todas las veces que has esperado sin preguntas, las veces que no has estado aquí, érase todo lo fría que se quedaba mi cama cuando te ibas aunque oliese a cada centímetro de ti, todas las veces que huí del sol de enero por quedarme a tu sombra, contigo. Todas las veces contigo, todas las veces de ti.

En cada lametón fuimos un cuento con final de boda y me sentí desubicada por no sentir la presión de todos estos, nuestros años, casi una década de besos, un instante eterno que me sirvió para cerrar los ojos y aun sin verte, saber que existes y yo lo hacía contigo porque la manera más bonita de vivir eran los cinco minutos que mi yo estaba fuera de mí, para estar contigo en lo efímero que tiene la eternidad, en lo romántico que tienen las tormentas y las inundaciones en mis ojos cuando tuviste que desalojar.

Ni castillos lejanos, ni dragones, ni caballero de armadura, ni princesas de pelo largo, ni siquiera un hada madrina, o algo que se le parezca, que pudiese haberme llevado contigo a las doce, la hora justa para volver a casa; porque mi casa eras tú.

Quizá, meses después, aún te escribo por todas estas veces,  porque si el amor, como todo, es cuestión de palabras, acercarme a ti fue crear un idioma o porque, tal vez, la vida sólo nos quiere dar aquello que después sabe quitarnos.


sábado, 27 de septiembre de 2014

No hay tragedia donde no hubo gloria.



 "Si el amor, como todo, es cuestión de palabras,
acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma."
Luis García Montero
El teatro de mi vida se confiesa deslumbrado

de esa destreza tuya de agarrar

por dentro un corazón, ahondar

en medio del alma, fondear

en el mar de mis silencios;

capacidades innecesarias pero omnipresentes.



Roturas

de la caja que me aísla, un golpe seco

en la aorta, un corte limpio que te saque

de esta trinchera que clama la paz perpetua.



Tocada y hundida

entre recuerdos que inundan el océano,

dos pulmones y una garganta que se obceca

en no dejarme respirar cuando te huelo.



El tiburón de tus suspiros se acerca

y yo no quiero una soga más.