sábado, 15 de noviembre de 2014

A veces, el sujeto de mi predicado son unos ojos verdes cualquiera.

           Es sábado, está todo nublado y probabilidad de lluvia del noventa por ciento, o eso dicen;  siempre llueve cuando no llevas paraguas.
Estoy intentando encontrar la razón por la que he vuelto a buscarte, por qué tus ojos verdes han vuelto a mi cabeza, por qué tu voz de lobo hambriento se mete entre mis venas y vuelve a erizarme la piel otra vez. Después de tanto tiempo, tantos tangos, tantos besos.
                Quizá vuelves a pasearte por aquí dentro cuando fuera llueve porque todo se acabó y yo me quedé con sed, quizá porque me lo habría bebido todo contigo hasta aplacar esta resaca de ti que contraataca cuando menos me lo espero.
                Pero ahora, un año y varios meses más tarde, la quieres a ella y u fall in love with her brown eyes everyday, porque  lo mejor es enamorarse de unos ojos y, en el fondo, aunque me duela, a ella la entiendo; tus ojos están ahí para que cualquiera se enamore de ellos. Los ojos más bonitos que he visto en mi vida, los ojos que más batallas me han hecho perder, los ojos que me perdían incluso fuera de la batalla.
                Me jode tanto aquí dentro porque sé de lo que habla y porque fue ella y no yo. Pude dártelo todo, pero tenías miedo; qué ironía, eras lo que más miedo me ha dado nunca y a la vez por quién habría dejado de ser quien era para ser contigo y con tus ojos verdes.

                Fuiste el sol de mi verano, la arena de mi playa, la tormenta en julio que dio tregua a la sequía que azotaba mis vértebras.

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