martes, 9 de diciembre de 2014

"Sólo el olvido podría rescatarlos de la duda, pero no están dispuestos a olvidarse" - Luis A. de Cuenca

Llegaste, hace mucho,
“como el septiembre imprudente
que todo lo barre”,
como el diciembre implacable
que todo devuelve.

Me decías que los domingos
por la noche me volvía
poesía,
que miraba sin prisa
el reloj,
que sabía desatar
todos los nudos que
en la cabeza tenía
y yo pensando que él
no podía ni con mi sujetador.

No es ingeniero,
no sabe nada
del puente de versos
que hice hasta el botón
de su camisa,
no conoce la lista
de nombres que nos puse
por no llamarlo amor, eso
era ser demasiado atrevida,
porque ni siquiera sabe la melodía
que tocan sus manos,
 la poesía del vidrio de sus ojos,
que distan de ser humanos.

Son ya seis años
desde entonces, y lo que
tampoco sabe es que,
detrás del espejo
de nuestras voces,
entre las sílabas
de estos versos  que él no conoce,
queda lo que fue dulce
y da nostalgia,
queda el beso largo
como un túnel,
queda todo eso que
ni en seis siglos de dormir
a solas, podríamos calmar
con amapolas.

Todo lo que mi boca calla,
todo lo que mis ojos gritan,
todo lo que en mi orilla encalla
y todo lo que el viento agita. 


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