Tengo que dejar
de vivir en pasado,
dejar los pretéritos
que no fueron
perfectos ni simples.
Pero sí indicativos.
Indicaban el camino
que me llevó a un
laberinto
cuya única salida
fue una entrada a un
pasado más profundo
al que me aferré
como a un clavo ardiendo.
Pero vivo en nuestro
pretérito imperfecto
complejo
porque los futuros no
me gustan.
Los futuros son como
el final de un arcoíris
que nunca
encontrarás.
Los futuros son
utópicos:
perfectos
en la teoría,
de una complejidad y
lejanía pasmosas
en la práctica.
Y el presente…
El presente sólo es
un instante que se me
resiste
y pasa,
como el romper de las
olas,
como el intento vacío
de escudriñar un colibrí
en pleno vuelo.
Soy un pasado sin
futuro
que se quedó varado
en un presente
que vive remitiendo
de manera constante
a ese pretérito que
manda
cartas a mi alma,
indicando
lo imperfectos que
fuimos,
lo complejos que
somos
y el poco futuro que
tenemos.
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