Vamos a mandar todo
a la mierda,
porque es martes.
Voy a dejar reposar los reproches
sobre el alféizar de la ventana
mientras llueve,
porque es martes y el olvido hoy
no pasa a recogerte.
Voy a pedirte que no me mires más
desde el amanecer de tus pestañas
porque te voy a comer y es martes,
no quiero que hoy te me atragantes.
Voy a huir, a torcer la esquina
y a correr hasta ahogarme
por la carretera
de tu columna vertebral
por si consigo beberme los pasos
hasta tus labios,
aunque sea martes y
no hablen de tu piel
en los diarios.
Voy a estudiar gramática
hasta que de mi cabeza
salgan los pronombres
que llevan tu respiración
en los fonemas, porque es
martes, me ahogo
y no me llenas.
Voy a soplarme entre las venas,
a la luna y a hacer cuentas
de los días que llevo sin gritarle
a tu locura que es martes
y mi pelo echa de menos
entre tus manos las verbenas.
A veces me haces falta
por las noches, mis sábanas gritan
que no vuelves, pero
para evitar malos temblores,
cambio camas, besos y
hasta los huesos
por que vuelvas cualquier martes.
lunes, 23 de febrero de 2015
martes, 17 de febrero de 2015
Ciento cuarenta caracteres para complementar una vida.
A Andrea Montero, por ser incondicional
hasta cuando las condiciones no fueron favorables.
Estamos curtidas
en el arte de la guerra,
viviendo en un drama
como si siempre fuese primavera,
sabiendo que ni Aquiles
entendería nuestra pelea.
Lo nuestro va de soldados
y ejércitos, me voy
a quitar de los fármacos
en esta noche de lunes;
vives harta de la filología,
de poner constantemente acentos
en la vida, vale ya,
que el truco está
en poner con rabia cada tilde,
y qué te voy a contar
que tú ya no sepas
si nos ponemos con rabia
hasta las copas,
si nuestro sol siempre sale
por Antequera.
Podría haber salido
por la otra punta del mundo
pero, pongámonos exquisitas,
todos los días sale antes
a kilómetros de aquí,
a seis horas de diferencia;
ni Greenwich nos es fiel
a estas alturas.
Pero los nuestros siempre serán
azules; el sol, más que
de la infancia, adolescente;
y estos versos, complementantes siempre,
que perdí hace mucho
la cuenta de todo lo que
te dedico: más que suyas
las estaciones, son tuyas
las conjeturas.
Mañana es martes y
nos hemos tirado el café
en la camisa porque
tirar la casa
por la ventana es
peccata minuta
para quien todas las mañanas
da las gracias
por que me entiendas
como ninguna.
lunes, 16 de febrero de 2015
Las siete veces que no te eché de menos.
Otra vez he sorprendido a mi otro yo desenredando mis entrañas y los recuerdos -qué manía tan sutil tienen de enmarañarse en tu pelo-, descubriendo de nuevo la verdad que entrañan tus pupilas, tus curiosas maneras de dejarme caer al vacío convencida de que son tus brazos, queriendo que el viento sepa lo que pierde la primavera cuando no me despeinas tú, para que nunca deje de hacerlo él y pensando que tus manos quizás eran mi oasis pero que todos los pliegues que hacían las comisuras de tus labios no eran más que las dunas del desierto de mi piel de gallina, porque en esa sonrisa me ahogué yo.
Otra vez he sabido desatar los nudos marineros de los cabos que unían mis labios con tus mordiscos, o tus fallos con mis delirios, a estas alturas una no sabe si dejarse morir en sus manos o matar a estos monstruos por ti. He conseguido que tus latidos dejen de atormentarme en menos de 500 noches y a mí también me sobran los motivos para preferir verme sola en huelga de besos que contigo, por muchas veces que diga “Esa boca es mía” susurrándole a tu ombligo.
Esta vez, el 14 de febrero no he escuchado recitar los versos que un día quise tatuar en tu piel porque más tarde que temprano se comprende; la piel es del que la cura y esta piel es mía, que sólo yo he sabido cerrar, coser y poner tierra de por medio en las trincheras que hiciste con cada golpe de mi cadera, sólo yo he podido quererme a contrarreloj, contra todo pronóstico, porque no hay mal que por bien no venga y has vivido en mi cabeza como quien vive un fracaso. A lo mejor, no he llegado a matar monstruos por ti pero te juro que rompía folios a pares si aparecías, para volverte a escribir aunque ni siquiera te lo merecías.
Esta vez quiero quererme sola, dolerme sola, escribir sola y, sobre todo, tocarme sola, que como vengan otras manos como las tuyas me voy a congelar. Estoy orgullosa de no depender de nadie y mucho menos de ti, nadie me complementa porque yo sí soy la naranja entera y me hago zumo cada día, sola o acompañada, pero nunca incompleta. Porque mi ceguera era mirarte y de tu piel en braille aprendí que la oscuridad no es tan mala como dicen, que incluso es bonito sorprenderse cada vez que tocas lo que no es su piel o cada vez que besas lo que no es su boca, que ser independiente te permite creerte una hoja en otoño, saberte sin cuerdas saltando por el puente de Segovia de Madrid, que ante la duda, yo la viuda, que el ron es más barato que una cena para dos, que la vida me duele un poco menos sin ti, y que desde el ángulo que me miro yo el ombligo, no puede mirármelo nadie.
Esta vez, me tomé siete copas en honor a los siete mejores besos que me han dado en toda mi vida, en honor a los casi siete años que llevas apareciéndote en mi cabeza cuando quieres y en mis folios cuando quiero, en honor a los siete lunares que conté en tu espalda aquella noche; y estaban bien cargadas, te lo prometo, sin embargo me acuerdo de todas y cada una de las siete veces que me repetí que no te quería, que ni tus manos de menos echaría, a estas alturas del cuento antes por el lobo que por ti me mataría.
domingo, 8 de febrero de 2015
Cuando te echo de menos los domingos a las once.
Quiero que me cojas, que me agarres fuerte y que no me sueltes nunca. Que me aprietes las muñecas como si quisieras romper la vidriera que hacen mis venas con mis huesos, como si mi piel fuese acero inoxidable. Quiero que me mires el culo cuando ando y que me comas la boca sin pensarlo. Quiero tanto contigo que no me llegan las palabras para abarcarte, que no me llega la lengua para alcanzar lo que mis manos no pueden tocarte porque quiero acabar contigo en cualquier cama o en la calle, en el suelo o en el alféizar de mi ventana, quiero besar toda tu piel hasta cansarme, hasta que que no pueda llenarme más de ti, hasta que mires donde mires todo se parezca a mí.
Quiero que me llegues con los ojos hasta el alma, quiero que me comas vestido de lobo feroz, que me quites la caperuza y que me amordaces con ella porque no quiero ser yo la que grite que te quiero con todo y como a ninguno, que quiero que me arranques los lunares de un soplido, que te los quedes todos cuando me haya ido porque además de las bragas, has sabido quitarme todo lo que he sufrido, has sabido borrarme de las entrañas sus latidos.
Quiero apretarme bien el moño cuando vengas como un vendaval a despeinarme y a la vez quiero dejarme hacer como un castillo de arena, quiero subir al cuarto a la derecha y debutar en el teatro real que tienes en tu habitación, que sólo me mires tú y me parezcan mil miradas, terminar entre aplausos y que el premio sea follarnos en el sillón.
Quiero que me quieras como quieras, que mis musas estén en tus costilas. Quiero tus caricias, que me busques las cosquillas dentro de este circo de quimeras. Quiero que me quieras como se quieren los desconocidos que se buscan, quiero que me aguantes en lencería con esas manos que tejen mi piel de encaje, quiero tus labios de hielo y tus pantalones vaqueros. Quiero que me digas que me quieres comer y, joder, que me comas, que yo no busco impedimentos ni para bailarte el agua. Quiero que mis besos te quemen la piel y que me mires como mira el ciego cuando le quitan la venda. Quiero que seas egoísta y que no te guste compartirme, quiero que mis poros canten ópera pidiendo que vuelva tu olor.
Yo solo quiero que me quieras como quiere el mar al marinero, como quieren las abejas la miel de tu ombligo, como quieren los puentes al suicida, como quieren a tus venas mis te quieros... Pero, sobre todo, quiero que me quieras como quieren mis bragas a tus bolsillos, como quiere mi suerte a la madera de tus sillas.
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