sábado, 29 de noviembre de 2014

Por esta y mil razones más, brindemos.

Es viernes, noviembre,
las seis de la tarde.
Fuera llueve
pero yo me refugio
en un vagón cualquiera
de la linea cuatro de la renfe.
Llueve mucho,
las gotas mojan los cristales
y yo me dejo llevar
por esta nueva rutina
que tanto me está dando.

Sigue lloviendo
en el cristal
y esa gota pequeñita
que corre por él
como si algo la empujase,
como si todo fuese a acabar
si no corría, y justo delante
de mi ojo izquierdo corre
y converge con dos gotas más,
y las pierdo de vista.

Entonces, pienso que la vida
es dura y gratificante
a cuentagotas; que
cuando creía que me había dado
lo mejor que tengo, llegó
de nuevo, imprevisible
como siempre,
y me dio rizos, colores,
una melena rubia, entradas,
salidas y un cariño
donde no caben las palabras,
aunque nosotras vivamos
en ellas.

Y en ese instante,
cuando empecé a notar
cómo el tren frenaba,
dispuesto a abrirme
las puertas de par en par
a un lugar desconocido,
pero hogar,
me di cuenta de que
habían llegado, estaban
conmigo y
con todas las ganas
de quedarse, siempre,
puestas a la altura.

Habíamos corrido
para encontrarnos,
-como gotas, como
lluvia en el cristal-
a principios de otoño
para pasar, como mínimo,
los máximos otoños
posibles.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Porque nadie aprende lo mismo.

Yo,
yo no sé de sentimientos,
no conozco mariposas
ni nervios, no entiendo
de amores, de dudas,
de errores que abran la piel,
no sé qué le pasó a Eros
ni qué escribía Platón.
Yo no sé de males
del corazón.

Yo,
yo sólo sé que aprendí
el compás que tocaba
tu cintura, que probé tu piel
de caramelo y,
desde entonces,
sólo quise comerte a ti. 

Yo sé bailar salsa
en tus costillas,
revolucionar tu boca y bullir
en ella. Sé del miedo
a no ver tus suspiros
tras la esquina,
sé del vaho que se fabricaba
en mis ojos cuando
me follabas porque yo,
de fallos, tampoco sé. 

Pero sí sé de ortografía,
de que amor se escribe
sin hache aunque me ahogase
entre tus sílabas, porque
de océanos en tu mirada
también sé. 

Conozco la escritura
porque he escrito mil versos
en tu espalda, y gramática
también, pues he vivido
en la sintaxis que predican
tus besos, sujeta a ti,
complementando tu nombre
con caricias y 
con una lengua
que no ha dado tregua
en la batalla de mis folios,
porque,
aunque tú no lo sepas,
la mejor literatura está escrita
de tus labios.

sábado, 15 de noviembre de 2014

A veces, el sujeto de mi predicado son unos ojos verdes cualquiera.

           Es sábado, está todo nublado y probabilidad de lluvia del noventa por ciento, o eso dicen;  siempre llueve cuando no llevas paraguas.
Estoy intentando encontrar la razón por la que he vuelto a buscarte, por qué tus ojos verdes han vuelto a mi cabeza, por qué tu voz de lobo hambriento se mete entre mis venas y vuelve a erizarme la piel otra vez. Después de tanto tiempo, tantos tangos, tantos besos.
                Quizá vuelves a pasearte por aquí dentro cuando fuera llueve porque todo se acabó y yo me quedé con sed, quizá porque me lo habría bebido todo contigo hasta aplacar esta resaca de ti que contraataca cuando menos me lo espero.
                Pero ahora, un año y varios meses más tarde, la quieres a ella y u fall in love with her brown eyes everyday, porque  lo mejor es enamorarse de unos ojos y, en el fondo, aunque me duela, a ella la entiendo; tus ojos están ahí para que cualquiera se enamore de ellos. Los ojos más bonitos que he visto en mi vida, los ojos que más batallas me han hecho perder, los ojos que me perdían incluso fuera de la batalla.
                Me jode tanto aquí dentro porque sé de lo que habla y porque fue ella y no yo. Pude dártelo todo, pero tenías miedo; qué ironía, eras lo que más miedo me ha dado nunca y a la vez por quién habría dejado de ser quien era para ser contigo y con tus ojos verdes.

                Fuiste el sol de mi verano, la arena de mi playa, la tormenta en julio que dio tregua a la sequía que azotaba mis vértebras.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Tengo mojada hasta el alma.

Qué sabrán las religiones
de dioses, si no han tenido
sexo contigo;
si no han roto las puertas
del alma a embestidas;
si no han besado
esa piel salada que escuece
en todas las heridas.

Qué sabrá Madrid
de lugares perdidos
si no ha mordido
cada rincón de tu geografía.
Qué sabrán los astrónomos
de planetas, si no me han visto
unir el sendero de tus lunares
con la lengua, creando la mejor
de las constelaciones.


Qué sabrán los payasos
de alegría si lo único
que me hacía reír
era tu risa en mis caderas
antes de la carcajada
entre mis piernas,
esa misma que me hacía temblar.

Qué sabrán Adán y Eva
de fruta prohibida
si se me secaba la boca
con mirarte, si besé
la serpiente que vive
en ti y nada me ha sabido
mejor hasta ahora.
Qué sabrán los tímidos
de susurros, si no te han visto
hablarme al oído y hacer
de mi piel el alfabeto
en braille.

Qué  sabrán las estrellas
de supernovas, si sólo
nos hacía falta un poco
de calor para explotar.
Qué sabrán los arqueros
de curvas, si volvías mi
espalda una espiral
con el tiro al blanco
de una sola flecha.