Llevo un año entero repitiéndome el
mantra de no hay mal que por bien no
venga y he decidido no salir en Nochevieja porque la resaca emocional la
llevo arrastrando ya unos meses. No está bonito que yo lo diga, pero la
protagonista de mi año he sido yo, porque mi gran logro ha sido conocerme. Sin embargo,
nadie vive solo del todo porque la vida la hacen también las circunstancias, y
mis circunstancias parecen un cajón desastre, pero en femenino.
Quien
me conoce sabe que creo poco en el amor, pero ese gran desconocido se ha colado
entre las cicatrices y ha abarcado una parte de mí que conocía poco, pero ha
calado tan hondo como las verdades dichas a la cara. Y eso he hecho; decirme
todas las verdades a la cara, aprender cómo soy, cómo me comporto alrededor y
dentro de ese universo donde no hay mariposas, hay electricidad, bombas, deseo,
ebriedad y muchas cosas de dos, o de tres. Me he arrepentido de quererte, de no
hacerlo, he deseado a muchas y me he follado a pocos, le he intentado buscar
explicación a por qué no te conocí antes -que la vida aprieta, pero no ahoga- y
la muy puta me ha traído a lo mejor de cada casa; he echado de menos hasta
quemarme y me he despedido sin saber cuándo te volvería a ver.
También
he pedido segundas y terceras oportunidades -y la he cagado en todas-, pero a
cambio he viajado y he visto que pasar ocho horas conmigo misma no está tan
mal, pero que recogerte en un hotel el día de mi cumpleaños está mejor. Y si me
tengo que quedar con algo en 2016, me quedo contigo.Quiero
quedarme donde estoy contigo, viéndote cada pocos meses -aunque volver cada una
a su ciudad me mata cada vez un poco más-.
Quiero comerte la cara cuando te
veo, que me manches de pintalabios, ponernos cachondas en cualquier sitio,
meternos mano en cualquier situación, ser tú
y yo, pero serlo juntas, no ser nosotras. Me gusta que tengas tu vida y
yo la mía, me gusta quererte como te quiero ahora, echarte de menos, decirte de
madrugada que vengas a dormir conmigo, aunque sepa que -si no imposible- es bastante
improbable. Me gusta no esperarme un comentario bonito y que lo sueltes, me
gusta hablarles a mis amigos de ti y que todos sepan quién eres, me gusta
porque ahora mismo tienes un papel tan importante en mi vida que me muero de
miedo si pienso en perderte. Quiero seguir siendo lo que soy y serlo contigo
hecha una bolilla o metiendo los pies en la playa.
Tengo que
reconocer que, en todo este caos sentimental, siempre viene bien un poco de
alegría, pero según de dónde venga; que no todo el cariño es sano, no todas las
alegrías son alegrías siempre, que los dobles filos siempre traicionan y que
siempre caes del lado que cojeas. Así con todo y con todos. A estas alturas
sigo sin cotizar, pero he trabajado mucho la paciencia y el amor propio; he
estado aguantando cosas que ni quería ni debería haber aguantado; he querido,
pero nunca más que a mí; he recorrido muchas cosas, pero nunca como he avanzado
dentro de mí; he besado mucho, pero nunca más que lo que he mimado mis heridas
hasta que han cicatrizado unas y han empezado a hacerlo otras, que ya es; he
leído mucho más que sobre una piel; mi lengua ha bailado más que mis palabras y
mis bragas se han venido abajo más que mi autoestima; me teñí de negro y, en
lugar de apagarme, me he encendido como las hogueras en San Juan.
Pero, sobre
todo, me han querido más de lo que me quería yo, he dejado de aguantar porque
el motivo se marchó, he recorrido tanto porque no iba sola, soy quien se ha
curado las heridas, pero me ayudaron a ponerme las tiritas, he escrito a quien
más quería y a quien no tanto (por eso vuelvo aquí), me he subido la autoestima
yo sola, pero lo de las bragas ha sido con ayuda, ahora combino con todo y he
dejado de quemarme por dentro para abrasar por fuera.
He sido,
soy y seré muchas cosas más; muchas de las presentes son por ti y de las
futuras no espero otra cosa más que seguir viviéndolas contigo. Como siempre me
dedico a mí la última entrada del año, creo que este te mereces que te toque a
ti. Gracias.
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