Y sobre todo el vértigo del tiempo,
el gran boquete abriéndose hacia dentro del alma
mientras arriba sobrenadan promesas
que desmayan, lo mismo que si espumas.
"Arte poética", Las personas del verbo,
Jaime Gil de Biedma.
El tiempo, qué maldito hijo de puta.
Ha conseguido que te quiera más de lo que nunca
he sabido querer,
ha conseguido que me acueste con otros mientras echo
de menos tu piel.
El tiempo, fiel ladrón de los ladrones.
Ha hecho que me robes el tiempo en tus ojos,
me ha robado todos los muros entre tu espada y mi pared,
ha dejado mis esquemas en ruinas,
igual que una muralla en trozos.
El tiempo, jodida boca de miel.
Me ha visto amanecer contando tus costillas,
buscando mi papel en la obra
de teatro que me has escrito de rodillas
y pedirle clemencia hasta al papel
porque si tú estás y me respiras, incluso vivir me sobra.
El tiempo, cerdo sin ley ni moral.
Me ha dado libros en los que buscar tu nombre
sin ser capaz de encontrarlo,
me ha impulsado a escribirte
para que nunca me leas, para que pueda quemarlo.
Quién sabe qué hubiese sido de mí
sin ese maldito hijo de puta,
ese fiel ladrón,
esa jodida boca de miel,
ese cerdo sin ley ni moral,
sin el juego de palabras que hace tu boca
con la mía, porque todo lo curas.
Quién sabe si hablo del tiempo
o de ti,
del remedio o de la enfermedad,
de la cura o de la locura,
de ver girar las manecillas del reloj
o de dejar de por vida
en tus manos atada mi cordura.
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