Ya sé que no es eterna la poesía,
pero sabe cambiar junto a nosotros.
"Garcilaso 1991", Luis G. Montero
Un año después todo sigue como estaba, pero nosotros ya no somos esos que éramos. Un año después se siguen haciendo los mismos exámenes, se siguen dando los mismos temas, se siguen quejando de las mismas cosas; seguimos en las mismas pero dentro de nosotros todo ha cambiado. La mayoría, ya no somos igual de puntuales, nos permitimos el lujo de los cinco minutitos más para coger un bus quince después y llegar a clase media hora tarde. Ya nadie se permite el lujo de gritar a los cuatro vientos que es demasiado, que el último tema no puede entrar, nadie rompe baldosas a portazos ni, en días como hoy, nos tomamos un par de copas con ese que te puso el 4’9 y te dejó en 4 “porque así te esfuerzas más”.
Sigue todo como estaba. Quizá somos nosotros los que hemos cambiado, quizá todo siga así por muchos años porque mientras haya lo que hay, lo que hubo, lo que venga. Pero somos nosotros que estamos fuera, será que notamos el paso del tiempo, que cierran las cicatrices del alma, que empiezan otras etapas y los sueños a cumplirse. Que quizá sean las fechas, pero los inviernos y los domingos siguen siendo los mismos pero no somos los de entonces, aunque a veces suene esa canción en aleatorio y vuelvan los olores en diferido y recordemos una y otra vez cada pasillo y cada risa en él, cada llanto en los rincones del baño, cada cucharada y cada abrazo que le dimos al de al lado. Quizá no pensemos como entonces pero lo bueno es efímero aunque siempre perdure en el puñal que es la memoria, en cada sílaba, en cada fecha aprendida, cada decepción y cada triunfo.
Hoy se cumple un año, cosas de mayo, y todo sigue como estaba. Un año para aprender y equivocarse, porque aprender no es cambiar, es crecer. Un año para descubrir, para creer en nosotros, para echar la vista atrás y sentir que todo eso es nuestro, que nadie nos ha regalado nada, el podio es nuestro y lo será por muchos años más; el podio de nuestra vida, de nuestras decisiones y de nuestro futuro. Un año para oír como ladran los fantasmas del tiempo, de vernos con otras caras en las fotos pero con la misma gente -o casi-, un año de mirar el fondo y probar otras ciudades, otras caras, otros libros y otras risas, porque todo concluye pero nada se calma. Un año de mirar la realidad sin ningún filtro, un año exento de palabras cohibidas, un año lleno de tomar otros caminos que aquellos que se esperaban de nosotros, de tirar la piedra y enseñar la mano, de saber que si yo no, ¿quién? Ha sido un año de ver el amor tras los cristales de la cafetería, de alejarme del cánon y de marcarme el ritmo, un año de cortar mi alma a otra medida. Un año de afirmar que nos sobra el tiempo para perdernos en nosotros mismos, para no movernos de la tranquilidad de los recuerdos aunque a veces miremos al cielo deseando estar en ese avión, o a tus labios, hay maneras y maneras de volar. Hace un año era tiempo de no soñar, de ceñirse a lo marcado y sin embargo, no había ninguna baraja de cartas repartida.
Después de un año, sigo escuchando los aplausos, la huella del dolor amortiguado, el hueco que dejan los pupitres y la lágrima en los libros que ha dejado tu partida. Después de un año, las nostalgia sigue aquí, encontrándome algún sábado asomada a la ventana con mil cosas que hacer y mil quinientas ganas de volver; me ha encontrado y las canciones vuelven a adaptarse al corazón, mi letra a esos márgenes y mis diecinueve años a otra rutina.
Sin embargo, después de un año, de muchos años en realidad, sigo mirando a mi derecha y está ahí mi compañera en la nostalgia, en los triunfos y en las derrotas, en el amor y en los días dónde todo es una tormenta, en los martes, por las noches y a las siete de la mañana cuando todavía ni el sol nos mira, incluso cuando nada sale bien y me asusto a poco que la muerte enseña los colmillos más allá del espejo, porque han pasado los años y aquí seguimos, porque la vida es esto, entender que quien sabe lo que vale, consigue lo que se merece, aunque yo ni sé lo que valgo ni sé si te merezco o no, sólo sé que vales más de lo que te dice el espejo por las mañanas y te mereces cotizar por existir.
Al final, creo que oficialmente todo está donde tenía que estar, cosas de mayo. Este es nuestro gran triunfo, brindemos.
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