jueves, 28 de mayo de 2015

La ridícula idea de no volver a escribirte.


      Se asoma el abril que nos robaron y hoy hasta la última tilde se acuerda de ti. Porque no estás, porque con una asombrosa facilidad, el libro, nuestro libro empieza a coger polvo en un cajón y aún con esas, sigo parándome a leer cuando lo limpio y, créeme si te digo que escuece como siempre y quema como nunca.
      Supongo que sólo me cabe aceptar que lo nuestro duró lo que mi pasión por la ciencia. Estamos en distintos campos y menos mal;  no habría sido capaz de aguantar esta química que no reacciona ni un día más. Éramos demasiado estables el uno sin el otro pero eso, en letras, nunca llegamos a entenderlo. Creo que por eso te sigo escribiendo, porque el papel siempre dura más que la memoria y una reacción exotérmica como la nuestra, nunca duró lo suficiente como para entendernos, catabólicos, y crear siempre algo mejor y más grande.
      Quisimos ser los Curie y yo nunca entendí que lo único que me mataba eras tú. Por eso he preferido optar por aislarte en un cajón y quitarte el polvo de vez en cuando aguantando el miedo a que puedas ser el radio al que acabe volviendo. 

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