martes, 3 de junio de 2014

Hasta que el tiempo nos haya cambiado por completo.

A Andrea.
Ahora que el tiempo,
nuestro tiempo,
no es más que un enemigo común y afable
que nos invita a avanzar,
a separarnos de lo propio,
a sacar a este sujeto
de unas aulas a las que lleva anclado
tanto tiempo que los pasillos más lejanos le han olvidado,
de tal manera que vuelva sólo si es preciso
y nunca de igual manera.

Ahora que el recuerdo
nos invade las entrañas,
el corazón
y una cabeza que no hace más
que pensar en un futuro próximo
sin las mismas mañanas,
y en un pasado, aún latente,
que se niega a detenerse.

Ahora que las “nuevas etapas”
-como dicen-,
no perdonan y, perseverantes,
nos impulsan a seguir y llegar a ellas.

Ahora que empezamos de nuevo.
Ahora, que es un nunca acompañando a separarme de ti.
Ahora nos quieren hacer ver que el mañana llega,
y me niego a imaginármelo si me sueltas.

Ahora que nos espera un futuro prometedor
a la par que incierto,
el verbo compartir se hace evidencia
porque, pese a los malos humores
                                               -y amores-
 no conozco hogar
sino aquel que es habitado
con una doble copia de las llaves.

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