jueves, 26 de junio de 2014

Soliloquio.

Efímeros encuentros
dejan en mí la huella
de un hierro ardiendo.

Perdición en bocas
que me han susurrado al oído
lo que siempre 
he querido escuchar
sin tener ni una ínfima
parte de verdad.

¿Y si es mi soledad la que grita?
Aquella que clama al cielo
unas manos que me sepan tocar,
una boca de la que beber
hasta morir,
unos ojos que me miren
cuando los míos se cierran,
una voz que me mantenga 
soñando una vigilia eterna,
la ebriedad entre unos brazos.

Un capitán de tropas
que conquiste
-arrebatándote el territorio-
cada rincón de mi geografía.

viernes, 6 de junio de 2014

La complementariedad de la formación humanística y científica.

Pero hay todavía una última razón, entre las que a mí se me ocurren, que abona la utilidad de la diversión artística en los hombres de ciencia, y es la ventaja del uso literario del lenguaje para lograr la exacta expresión científica. Es evidente que un buen escritor, si es además un sabio, posee el instrumento de expresión de su sabiduría en mayor medida que el que escribe obscuramente. Y, en la ciencia, la forma con que se reviste la verdad forma parte de la verdad misma. No es, pues, cualidad accesoria, sino esencial. La verdad es, por sí misma, por definición, clara, y el arte de la claridad es, por consiguiente, factor científico de primera categoría. La mutua influencia entre la ciencia y el arte es doble. La literatura científica, que tiene que ser, por fuerza, exacta, diáfana, elemental, es el gran modelo para la retórica del escritor de oficio. Se ha dicho y es cierto, y yo lo he repetido muchas veces, que a ciertos literatos les curaría la redacción del pensamiento científico de su propensión a ser gárrulos* e imprecisos. Pero es también importante la ventaja inversa, la que obtendrían los hombres de ciencia de una disciplina literaria. La belleza puede, en efecto, subsistir a pesar del desorden, de la desproporción, de la obscuridad en una obra literaria; mientras que la verdad, que es el argumento de la obra científica, exige la transparencia, el orden y la esquemática armonía. Un escritor claro es, sin quererlo, maestro de la ciencia de la verdad, y, por lo tanto, hombre de ciencia.

Gregorio Marañón, La Medicina y nuestro tiempo.

martes, 3 de junio de 2014

Hasta que el tiempo nos haya cambiado por completo.

A Andrea.
Ahora que el tiempo,
nuestro tiempo,
no es más que un enemigo común y afable
que nos invita a avanzar,
a separarnos de lo propio,
a sacar a este sujeto
de unas aulas a las que lleva anclado
tanto tiempo que los pasillos más lejanos le han olvidado,
de tal manera que vuelva sólo si es preciso
y nunca de igual manera.

Ahora que el recuerdo
nos invade las entrañas,
el corazón
y una cabeza que no hace más
que pensar en un futuro próximo
sin las mismas mañanas,
y en un pasado, aún latente,
que se niega a detenerse.

Ahora que las “nuevas etapas”
-como dicen-,
no perdonan y, perseverantes,
nos impulsan a seguir y llegar a ellas.

Ahora que empezamos de nuevo.
Ahora, que es un nunca acompañando a separarme de ti.
Ahora nos quieren hacer ver que el mañana llega,
y me niego a imaginármelo si me sueltas.

Ahora que nos espera un futuro prometedor
a la par que incierto,
el verbo compartir se hace evidencia
porque, pese a los malos humores
                                               -y amores-
 no conozco hogar
sino aquel que es habitado
con una doble copia de las llaves.

lunes, 2 de junio de 2014

'Cuando la vida entonces era sólo una anécdota y el futuro quizá aún estaba en su sitio.' 3070.

Así también, contigo,
cobran todas las cosas
un impreciso afán por empezar de nuevo,
por ser tu compañía
cuando el tiempo aparezca.
Luis García Montero.

                Ahora que el tiempo, nuestro tiempo, no es más que un enemigo común y afable que nos invita a avanzar, a separarnos de lo propio, a sacar a este sujeto anclado a unas aulas de ellas de tal manera que vuelva sólo si es preciso y nunca de igual manera. Ahora que el recuerdo nos invade las entrañas, el corazón y una cabeza que no hace más que pensar en un futuro próximo sin las mismas mañanas, y en un pasado, aún latente, que se niega a detenerse. Ahora que las “nuevas etapas” como dicen, no perdonan y, perseverantes, nos impulsan a seguir y llegar a ellas. Ahora que empezamos de nuevo. Ahora que me separan de ti. Ahora, que es un nunca acompañando a separarme de ti.
Nos quieren hacer ver que el mañana llega, y me niego a imaginármelo si me sueltas.
Ni toda una vida juntas, ni unos pocos meses; el tiempo justo para darme cuenta de que no te aguanto pero, si faltas un solo día, mis risas vagan por los pasillos echándote de menos. Esto no es un agradecimiento, sino un reconocimiento por todo lo que me has tenido, y tienes (y tendrás), que aguantar, por todo lo que me has levantado sin ser yo consciente de que lo hacías porque, con esa facilidad que tú tienes, no has hecho más que constituir el resumen de esto que, si no es amistad, yo ya no sé; alegrarme la poca vida que hemos vivido la una con la otra. Por contradecirme en la razón que no razona, en una amistad que no traiciona.
Sé que esto sólo se construye con un “si yo, tú; si tú, yo”; que el tiempo pasa, los pasillos se pierden de la misma manera que los libros; que el rosa y el rojo no combinan, se complementan; que yo no te aguanto siempre pero que también yo soy difícil de tratar; que las desgracias nunca vienen solas y tus tremendas exigencias han venido con un amor loco guardado en una carpeta; que a los recitales nunca se acude sola y que, por mucha cerveza que haya, una amiga es una amiga y yo tengo un tesoro. Y también sé que no todo se lo lleva el tiempo porque hay enlaces fraguados lento con los que no puede ni el Katrina; que sólo tú me has enseñado a ver que quien se arriesga a vivir un sueño ajeno, acaba por ser víctima de sus propios fantasmas; que la poesía une pero la confianza más; y que un piso, no será mi hogar si no hay una doble copia de las llaves.

Ya sabes, que las palabras no alcanzan cuando lo que se quiere decir desborda el alma y en pocas palabras se resumen casi todos los días, porque las fatigas, si son contigo, son menos fatigas. 






domingo, 1 de junio de 2014

Muero anticipadamente.


Fumar para olvidar no sirve.
Beber para olvidar, si cabe, menos.

Cuando tu cordura reside
en la ebriedad,
por beber a morro
del ron añejo que azucaraba 
unos ojos marrones, 
beber para olvidar no sirve.

Cuando respiras el aire 
de sus pulmones,
aunque sabes que ese respirar ahoga, 
para matar la dependencia
y hundir el olvido 
en una caja de roble,
fumar no sirve.
Al menos para olvidar.

Ni beber ni fumar sirven
si has varado en la orilla
de unas manos,
hecho poesía 
de unos ojos marrones
e hinchado tus pulmones
en armonía con otros.