sábado, 12 de abril de 2014

'Yo no ando, voy declarando la guerra'. Teoría sobre mi actitud ante el género masculino.

               Lo mío para con el género masculino es un deseo-odio digno de tratamiento, pero las necesidades fisiológicas tiran más que cualquier principio aunque, eso sí, algunos inviolables y otros sin los cuales se puede pasar. Y por cambiar un poco el rollo depresivo-melancólico-nostálgico-dramático del blog, hoy expongo mi teoría sobre mi actitud (recalco el pronombre posesivo ‘MI’) ante el género masculino, dividida en dos vertientes: polvos pasajeros y no tan pasajeros, pero polvos sueltos al fin y al cabo, y aquellos que no representan polvos pasajeros. Con esto, evidentemente, no pretendo ofender a nadie, pero la vida es muy dura y yo lo quiero todo igual.
                Puestos, mejor dicho, puestas opinar, los polvos pasajeros y no tan pasajeros pero polvos al fin y al cabo sois eso y nada más, empecemos por ahí. Por muy mono que seas, muy bueno que estés y muy bien que me trates, si no me interesas para nada más, no te esfuerces de verdad, no sirve para nada. Como esos que habláis por el WhatsApp y no os contesto: si me habéis escrito cinco veces ‘Wapa, q tal?’ y no os he respondido, desistid o seguid siendo el patetismo hecho persona.  Esa es otra, la ortografía. Es que algunos escribís tan mal que se me quitan hasta las ganas de follar, fijaos lo que os digo.
                En lo que respecta a este tipo de hombres, me considero una víbora, por decirlo de alguna manera: si os tengo que pegar un corte que se os quede cara de corderito degollado, lo hago, sin problemas. Aquí facilidades hay pocas con tal de que ese tío que te has tirado una o dos veces y al que no quieres volver a ver desaparezca.  Y de la misma manera, si tengo que sacar las armas, las saco, tanto el AK-47 de montar numeritos como la lencería fina de encaje para dejaros infartando. Porque ya se sabe que en el amor y la guerra todo vale, y no os quiero contar en el plano sexual.
                Y otra de las cuestiones que más me inquietan es referente a esto último, si se quiere mandar a alguien muy muy lejos, ¿por qué no hacerlo de la manera más fácil y sencilla? Diciéndole exactamente eso: ‘Soy preciosa y también precisa, no me interesas.’ En definitiva, es que la libertad sexual de una mujer debería consistir en saber decir “Aprende a follar y luego me llamas” sin sentirse una zorra. (Aunque en cuanto a lo que a follar respecta tengo mis discrepancias, que hay mucho inútil suelto en alguna cama de esos que van de fuckers y cuando se van a poner el condón la lían parda, pero ese es otro tema.)
                En lo que se refiere a los hombres considerados algo más que polvos pasajeros, hay opiniones de todo tipo, pero aquí la que cuenta es la mía.
                Cuando llega uno de estos lo notas, básicamente porque no es “ese de la camisa de no sé qué color de la discoteca de anoche que salivaba tanto pero follaba bien” y porque hay algo en ellos que te hace pensar y actuar teniendo como base la frase “Por este sí que me depilo”, que ya es un acto a tener en cuenta. En definitiva, son hombres, o al menos yo los considero así, mis hombres. Son esos por los que notas algo más, algo que te hace querer verles constantemente, o incluso que os vean juntos en público. Es algo diferente, y jodido en la misma medida.  Pero lo que no entiendo es esa estúpida manía de decir “Si no me habla él, yo no le hablo”. Pues por estúpida te quedas sin hombre. Me refiero a que ¿y qué más da si le hablas tu o te habla él? Es una cuestión de querer hablar, no de ser una “facilona” (por cierto, concepto del que me descojono soberanamente). ¿Qué entendéis por facilona? Porque yo lo concibo como “hacer lo que me sale del higo con todos los hombres que pasan por mi vida”.
Analizadlo, sé es fácil con quien se quiere serlo, no hay más. Si un hombre no me interesa, evidentemente no voy a mostrar ni interés ni disponibilidad, es más, le mando lejos en cero coma. Pero, ¿y si interesa? ¿Hay algún problema en estar disponible o en mostrar interés? Estamos viviendo donde todo gira en torno a “ser tías duras y ocupadas”, para haceros las interesantes más que nada. Si, a mi si me lo ponen demasiado fácil pierdo el interés, pero no tiene nada que ver con mostrarlo por la otra persona. El lema que rige todos y cada uno de mis actos es: “Arrepiéntete de haberlo hecho, no de no haberlo hecho”.
Soy una tía de las que enseña, que mi vestido azul debería estar prohibido por corto, pero entonces muchos miembros viriles también deberían y ahí siguen, que llevo escotazos por que me encanta, digo las cosas tal y como se me vienen a la cabeza, no tengo la mente más limpia del convento, el romanticismo se me perdió a la vez que las bragas, me gusta la cerveza, el buen sexo y blasfemar,  y cuando hablan de mí no me pitan los oídos, me suda el coño.


Soy muy mía, y yo no ando, voy declarando la guerra. 

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