
La exigencia la tomamos como la
petición de algo con energía, a modo de orden y a nosotros mismos nos la
aplicamos. Igual que al resto, pretendemos que nos den exactamente lo mismo que
damos o incluso más, por lo tanto somos exigentes con el resto, queriendo ser
iguales, incluso pidiendo más de lo que damos por el simple hecho de habernos esforzado
en ello.
En una sociedad competitiva, las
exigencias son previsibles porque hay que superar el rendimiento de otros para
poder obtener beneficios y alcanzar una posición, necesidad que
demanda la más alta eficiencia
en la acción y en el modo de hacer las cosas.
Por ejemplo, en cuanto a la justicia,
cuando nos pasa algo grave, como un robo en nuestras casas, o simplemente una
nota que tachamos como injusta, que es lo que a nosotros nos parece, acudimos
directamente al representante de la justicia, depende de la situación en la que
nos encontremos, buscando una solución a un problema que, al fin y al cabo, no
la tiene. Además, exigimos que nos recompensen de la misma manera que nos hemos
esforzado para conseguir el resultado cuando lo mejor es, como dijo Confucio, ‘Exígete mucho a ti mismo y espera poco de
los demás, así te ahorrarás disgustos’. En el caso de un robo, exigimos que
se encuentre al ladrón y que este mismo pague, en la misma medida o en mayor
medida, lo que a nosotros nos costó aquello que ha robado, y lo seguimos
exigiendo aunque sea imposible encontrar al culpable. El ser humano tiene esa
faceta egoísta y pretensiosa de recuperar todo aquello que pierde. Y en el caso
de una nota, el estudiante exige que se le vuelva a corregir el examen, aunque
sea culpa suya el haberlo hecho mal, o el no haber estudiado. Cree que esa nota
es injusta y exige que se le recompense, cuando ni siquiera se puede.
En cuanto a nosotros mismos, la
exigencia se presenta como un patrón de conducta que nos obliga a cumplir
“planes” previos sin ninguna flexibilidad ni margen de error, lo que a nivel
psicológico puede ocasionar grandes problemas mentales y de salud. Esto viene
provocado por la exigencia por encima de nuestras propias posibilidades, porque
aquel que cree que todo está en la voluntad, está muy equivocado. La voluntad
influye, por supuesto, pero no puedes pretender llegar a unas determinadas
metas exigidas a ti mismo si tus limitaciones te lo impiden, lo cual podemos
resumir en una cita de Plutarco que decía: ‘El
trabajo moderado; y lo debilita cuando es excesivo; así como el agua moderada
nutre las plantas y demasiada las ahoga.’
En conclusión,
tenemos la exigencia como un sustantivo un poco peculiar, quien lo toma con
fuerza, pretende llegar hasta sus más altas metas y expectativas, acarreando
con ello la exigencia desmedida al resto, el cual, por determinadas
limitaciones se exige lo mismo o más que ese líder y acaba provocando problemas
serios, con lo cual, la exigencia se ha de tomar despacio, y en pequeñas dosis,
en función de nuestra capacidad y quien lo haga de golpe, que se atenga a sus
consecuencias.
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