martes, 25 de diciembre de 2012

La exigencia.


Literalmente, la exigencia se define como acción y efecto de exigir o, en su segunda acepción, como pretensión caprichosa o desmedida.  El ser humano en todas sus facetas es, en menor  o mayor medida, exigente consigo mismo y, en consecuencia, con el resto, lo cual tiene sus más y sus menos, como vamos a exponer a continuación.
La exigencia la tomamos como la petición de algo con energía, a modo de orden y a nosotros mismos nos la aplicamos. Igual que al resto, pretendemos que nos den exactamente lo mismo que damos o incluso más, por lo tanto somos exigentes con el resto, queriendo ser iguales, incluso pidiendo más de lo que damos por el simple hecho de habernos esforzado en ello.
En una sociedad competitiva, las exigencias son previsibles porque hay que superar el rendimiento de otros para poder obtener beneficios y alcanzar una posición, necesidad que demanda la más alta eficiencia  en la acción y en el modo de hacer las cosas.
Por ejemplo, en cuanto a la justicia, cuando nos pasa algo grave, como un robo en nuestras casas, o simplemente una nota que tachamos como injusta, que es lo que a nosotros nos parece, acudimos directamente al representante de la justicia, depende de la situación en la que nos encontremos, buscando una solución a un problema que, al fin y al cabo, no la tiene. Además, exigimos que nos recompensen de la misma manera que nos hemos esforzado para conseguir el resultado cuando lo mejor es, como dijo Confucio, ‘Exígete mucho a ti mismo y espera poco de los demás, así te ahorrarás disgustos’. En el caso de un robo, exigimos que se encuentre al ladrón y que este mismo pague, en la misma medida o en mayor medida, lo que a nosotros nos costó aquello que ha robado, y lo seguimos exigiendo aunque sea imposible encontrar al culpable. El ser humano tiene esa faceta egoísta y pretensiosa de recuperar todo aquello que pierde. Y en el caso de una nota, el estudiante exige que se le vuelva a corregir el examen, aunque sea culpa suya el haberlo hecho mal, o el no haber estudiado. Cree que esa nota es injusta y exige que se le recompense, cuando ni siquiera se puede.
En cuanto a nosotros mismos, la exigencia se presenta como un patrón de conducta que nos obliga a cumplir “planes” previos sin ninguna flexibilidad ni margen de error, lo que a nivel psicológico puede ocasionar grandes problemas mentales y de salud. Esto viene provocado por la exigencia por encima de nuestras propias posibilidades, porque aquel que cree que todo está en la voluntad, está muy equivocado. La voluntad influye, por supuesto, pero no puedes pretender llegar a unas determinadas metas exigidas a ti mismo si tus limitaciones te lo impiden, lo cual podemos resumir en una cita de Plutarco que decía: ‘El trabajo moderado; y lo debilita cuando es excesivo; así como el agua moderada nutre las plantas y demasiada las ahoga.
                En conclusión, tenemos la exigencia como un sustantivo un poco peculiar, quien lo toma con fuerza, pretende llegar hasta sus más altas metas y expectativas, acarreando con ello la exigencia desmedida al resto, el cual, por determinadas limitaciones se exige lo mismo o más que ese líder y acaba provocando problemas serios, con lo cual, la exigencia se ha de tomar despacio, y en pequeñas dosis, en función de nuestra capacidad y quien lo haga de golpe, que se atenga a sus consecuencias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario