«No puede ser que estemos aquí para no poder ser.»
Julio Cortázar.
Tanto desde fuera -nuestro entorno- como desde dentro -nuestros sentimientos y emociones-, nos creamos una imagen de las relaciones, del cariño que debemos entregar en ellas, de lo que se debe querer -cuánto y cómo-, e incluso qué debemos sentir cuando una persona de verdad nos gusta. Todos somos o hemos sido partícipes de estas ideas, las cuales nunca nos cuestionamos, simplemente delimitamos las relaciones que establecemos según una serie de patrones que podemos o no haber vivido, pero que nos condicionan y limitan a la hora de querer; nos relacionamos en la confusión.
Todos tenemos nuestras virtudes y nuestros vicios, nuestra personalidad, nuestras manías, nuestras metas, nuestros complejos etc., pero cada persona es completamente distinta, aunque existan algunos rasgos o patrones de conducta que se repitan, lo que no quiere decir nada contrario a lo que pretendo defender. De esa misma manera, cada relación que tenemos -del tipo que sea- funciona y se desarrolla de una manera distinta, no podemos posicionar nuestras relaciones en un ranking de importancia porque cada una es única; la mezcla que se establece durante un periodo determinado de tiempo entre dos personas distintas, con personalidades distintas, es completamente diferente. No pretendo con esto hacer un análisis de las relaciones ni resumir el trasfondo de Felices los 4, pero las personas somos capaces de establecer relaciones paralelas -de hecho, lo hacemos continuamente- sin que ninguna de ellas resulte dañada, porque no es algo incompatible.
Para empezar, el querer no debería estar subyugado bajo ningún límite, ningunas condiciones, nada. Se quiere porque se quiere, sin saber por qué ni bajo qué reglas, pero nos empeñamos en definirlo, delimitarlo y describirlo de la manera más concisa posible, cuando los sentimientos no conocen de definiciones, ni reglas ni límites. Pero nos gusta tantísimo etiquetar, catalogar y definir correctamente, que nos olvidamos de lo que vivimos sólo por meterlo en un saco. Nadie debe sentir ciertas cosas por otro alguien para determinar qué tipo de relación tiene, ni mucho menos podemos guiar las relaciones de nuestra vida según se repitan o no los sentimientos que una vez tuvimos, cuando creíamos querer hasta hartarnos; simplemente queríamos de una manera que probablemente no se repita nunca y la mayoría de las veces pasamos la vida buscando eso que nos provocaron una vez sin encontrarlo y es que, efectivamente, no lo vamos a volver a encontrar porque no es la misma persona con la que nos relacionamos y, aun siendo la misma persona, la gente cambia y evoluciona, con lo cual, son sentimientos fruto de una relación determinada, en un tiempo determinado, que nos generó unos sentimientos particulares que nunca se van a repetir, simplemente hay que disfrutarlos mientras duran. Hay que entender que vendrán otros distintos que nos darán otras cosas y provocarán en nosotros otras reacciones.
Todos tenemos amigos con los que tenemos relaciones que sabemos mantener y cuidar, tenemos relaciones también con nuestros padres, profesores, familiares, conocidos, y ninguna de ellas es incompatible. Sin embargo, en cuanto a las relaciones amorosas, no entiendo el por qué ni el cómo, pero tenemos que hacer una criba cada vez que nos encontramos con alguien a quien empezamos a querer de otra manera. ¿Por qué? Si podemos mantener relaciones de amistad y cariño con gente variadísima y, en algunos casos, con demasiada gente, ¿por qué no somos capaces de entender que se pueden tener sentimientos similares pero distintos con gente de la que quizás nos enamoremos?
Después de mucho tiempo participando del pensamiento general, me estoy dando cuenta de lo contaminadas que tenemos las relaciones “amorosas” o “sentimentales” que, a mi modo de ver, deberían considerarse de esa manera todas las que tenemos en nuestra vida, pero no. Con cada persona, a la hora de conocerse y/o estar juntos, es decir, compartir espacio y tiempo, creamos una relación distinta, que nos hace expresar sentimientos distintos, ni más ni menos que los que podamos sentir por otra persona diferente, simplemente otros sentimientos. Por esto no me parece incompatible sentir que quieres a una persona, por la que tienes unos sentimientos concretos y estableces con ella un tipo de relación, y a la vez, sentir otros sentimientos distintos con otra persona porque, obviamente, son diferentes personalidades que generan en uno cosas distintas.
No quiero que esto se vea como una defensa del poliamor y el amor libre, quiero que se vea como lo que es, algo lógico, normal y no contaminado por los celos y los comportamientos tóxicos a los que estamos acostumbrados, porque precisamente eso es lo que no me parece normal; negar los sentimientos que tenemos hacia un alguien porque sentimos otras cosas hacia otro alguien, ¿no tenemos amigos muy distintos entre ellos? No sé vosotros, pero yo sí y siempre he sido capaz de cuidar las amistades que me importan, sin establecer una prevalencia de unas sobre otras, desarrollándome en ellas de manera paralela, porque cada persona tiene algo que enseñarnos y viceversa.
El amor también tiene cosas que enseñarnos, aunque nos neguemos a ellas, aunque contaminemos de toxicidad algunas relaciones, hay que limpiarse y entender que el amor es un sentimiento puro y positivo y todo lo que no sea así, será otra cosa, pero no es amor. El querer no tiene límites, amigas, somos nosotros quienes nos dedicamos a imponerlos, como queriendo poner puertas al campo, como querer meter todo el mar en un vaso de agua, sin saber que nadando a mar abierto es como más se disfruta.