sábado, 27 de septiembre de 2014

No hay tragedia donde no hubo gloria.



 "Si el amor, como todo, es cuestión de palabras,
acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma."
Luis García Montero
El teatro de mi vida se confiesa deslumbrado

de esa destreza tuya de agarrar

por dentro un corazón, ahondar

en medio del alma, fondear

en el mar de mis silencios;

capacidades innecesarias pero omnipresentes.



Roturas

de la caja que me aísla, un golpe seco

en la aorta, un corte limpio que te saque

de esta trinchera que clama la paz perpetua.



Tocada y hundida

entre recuerdos que inundan el océano,

dos pulmones y una garganta que se obceca

en no dejarme respirar cuando te huelo.



El tiburón de tus suspiros se acerca

y yo no quiero una soga más.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Las palabras a la sombra del tiempo.



Uno escribe su vida en un poema,

analiza el amor

y se acostumbra

a seguir como está, junto a tu cuerpo

que quizá me recuerde todavía

desnudo entre las sábanas.

Luis García Montero.

Día 1 en otra dirección.

Sigues residiendo en mí. Paseo y en cada rincón hay una fecha, un olor, una palabra o el simple eco de un suspiro. Todo lejano, todo fuera de nuestro pretérito. Impertérrito, imperturbable, de improviso.

Ahora ato cabos y pierdo el hilo, se ha soltado el cordel que ataba mis ojos a los tuyos; ha llegado septiembre lluvioso y me ha calado los vaqueros, el alma, los huesos, deshaciendo el nudo de mi estomago –quisimos hacer un lazo, pero apretaba igual- , desactivando las bombas de este nuestro terrorismo emocional a bocajarro y se ha llevado entre el fango cada trozo de ti adherido a mi piel, ha diluido besos y caricias, me ha dejado en blanco y la sal de otros labios me está curando los raspones de tu mirada de anzuelo, capaz de atravesar cualquier coraza. Se ha disipado el fuego que encendiste en mí a quemarropa y me he quedado tiritando. Ya no pronuncio tu nombre desde el fondo abierto de mis ojos.

Aunque aún el frío no te haya calado los huesos, me he cambiado de andén de la estación, porque las cuerdas se tensan como el corazón y silencian el grito ahogado de lo que no fue pero ojalá. Porque todo lo pasado brilla y las curvas de tus labios viven ahora en el recuerdo, la nieve de un invierno que no existe y parece que el viento se lleva tus pasos. Y todo resucita.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Hay mañanas que no deberían amanecer nunca.



El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.

Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.

Y lo perdimos para siempre.

Ángel González.
Para quien anda a tientas y no sabe que la noche abierta es un peligro hermoso.
                Cada día queda menos del sol que ha ahondado hasta en mi alma estos últimos tres meses. Que ya no me levanto con el calor de un rayo que azota la comisura de mis labios por las mañanas ni se oyen los grillos por las noches, ya no sobran las chaquetas y los domingos puede una echarse la mantita.
                Es jueves 18 de septiembre de 2014. Dicen los del telediario que bajan las temperaturas, habrá lluvias intermitentes y el cielo estará permanentemente nublado. Que el paro aumenta, Escocia se independiza y Cataluña está a ojo avizor. Esto es lo que pasa.
                Aunque se diría que aquí no pasa nada, que estamos como siempre, pero –para siempre- te he perdido. Te has ido llevándote el verano, qué ironía, eras el bloque de hielo más frío y donde más cálida me sentía. Te fui a saludar y te reíste como siempre, no sé si era de mí, pero tuve que irme por incapacidad de controlar el fenómeno que se abalanzaba sobre mí como un torrente. Me levantaste el vuelo del alma con un suspiro, dejé las mejores vistas para los mejores ojos y así hemos acabado. Porque quiero, en el fondo. Lo que no quiero es que otra se asome a esos balcones y te deje ver lo que yo no te pude enseñar, celos, quizás, pero me asusta el magnetismo con el que me atraes.
                Habría hecho mil fotos a tus ojos para que me mirasen siempre, pero entonces sólo podrías hacerlo tú y eso es justo lo que estoy intentando evitar. Dame fuerzas.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Petición de tregua.

'"¿Ya pasó todo?", pregunté. "Sí, pasó todo." 
Era mentira, pero ambos compredimos que hacía bien en mentir.
La tregua, Mario Benedetti.

                Tengo un catálogo de carne sin tus huesos. Esos mismos por los que sigo colada, o calada. O dolida. O en ellos varada.
                Como te digo que me ahoga esta distancia que sin dudar me bebería, que me faltas por las mañanas y que el tiempo aun no ha curado ni una de las brechas que me hice rompiéndome la cabeza por ti.
                Te explicaría que hoy te he visto bajar y se me ha bajado el alma a los pies. Encontré la explicación a por qué no podía andar y es que me pesaba, me pesas y no consigo avanzar ni un mísero centímetro. Mientras lo que vive en mí vagaba de mis rodillas hasta mis dedos meñiques acoplándose como una losa de mármol frío, las embestidas que me daba el corazón me movían el resto del cuerpo como con espasmos. Si no me he caído ha sido por agarrarme a los puentes de madera que cuelgan de tus pestañas. Porque has abierto los ojos para mirar hacia arriba. Para mirarme y helarme la sangre de un soplo.
                Una mirada dice más que mil palabras. Una mirada desata más de mil batallas.