lunes, 14 de julio de 2014

Con plomo en las entrañas.

 'Eres mi casa, Madrid:
mi existencia.'
Miguel Hernández.

Eres mi cuna, Madrid, 
mis desvelos.
Mi sueño y mi vigilia.

Tienes calles que 
pierden amores
y esquinas donde
el placer se camufla 
entre duros y pesetas.

Llegué a contracorriente 
de tu Manzanares,
dándome el sol 
en cada puerta.
Haciendo que calle
cuando, por las plazas, 
pasean tus musas, 
que el locus amoenus
de mi calendario,
invadido de cotidianidad,
sea el parque 
que el sol eclipsa
cada tarde
pues, entre barcas, 
el amor incesante 
jura eternidad en árboles
con llaves que prometen 
tener copia.

Madrid, 
tienes la avenida que 
se hizo Edén cuando me besó, 
en la que parar el tráfico
es tarea sencilla
si arriesga y me para 
el corazón.

Eres el olor a churros
con chocolate,
Madrid,
eres residencia del amor 
oscuro,
poesía del amor, 
y del olvido,
la realidad y el deseo
en un mismo código postal.
Eres los días azules,
mi sol de la infancia.
Eres los versos de Goytisolo
asomados a una ventana
en el Barrio de las Letras,
las piernas más largas
están en tus teatros de noche.
Por tu Gran Vía 
corre la piedra
-canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas-
que recitaba León Felipe
y en cada rincón, 
falsos Sabina 
recitan poesía 
a las amadas de balcón. 

En ti, Madrid, 
vivo juventud
a lo Gil de Biedma.
Inabarcable como eres, 
vives en mí como una duna
que no le teme al viento,
como las ganas de perderme
cada noche entre suspiros
y tus plazas, 
entre piernas y manos 
que no me suban al cielo
sino que me dejen respirando 
de tu caos.
El mismo que me ordena
y mantiene vida en mí, 
Madrid.

 

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