'Eres mi casa, Madrid:
mi existencia.'
Miguel Hernández.
Eres mi cuna, Madrid,
mis desvelos.
Mi sueño y mi vigilia.
Tienes calles que
pierden amores
y esquinas donde
el placer se camufla
entre duros y pesetas.
Llegué a contracorriente
de tu Manzanares,
dándome el sol
en cada puerta.
Haciendo que calle
cuando, por las plazas,
pasean tus musas,
que el locus amoenus
de mi calendario,
invadido de cotidianidad,
sea el parque
que el sol eclipsa
cada tarde
pues, entre barcas,
el amor incesante
jura eternidad en árboles
con llaves que prometen
tener copia.
Madrid,
tienes la avenida que
se hizo Edén cuando me besó,
en la que parar el tráfico
es tarea sencilla
si arriesga y me para
el corazón.
Eres el olor a churros
con chocolate,
Madrid,
eres residencia del amor
oscuro,
poesía del amor,
y del olvido,
la realidad y el deseo
en un mismo código postal.
Eres los días azules,
mi sol de la infancia.
Eres los versos de Goytisolo
asomados a una ventana
en el Barrio de las Letras,
las piernas más largas
están en tus teatros de noche.
Por tu Gran Vía
corre la piedra
-canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas-
que recitaba León Felipe
y en cada rincón,
falsos Sabina
recitan poesía
a las amadas de balcón.
En ti, Madrid,
vivo juventud
a lo Gil de Biedma.
Inabarcable como eres,
vives en mí como una duna
que no le teme al viento,
como las ganas de perderme
cada noche entre suspiros
y tus plazas,
entre piernas y manos
que no me suban al cielo
sino que me dejen respirando
de tu caos.
El mismo que me ordena
y mantiene vida en mí,
Madrid.
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