jueves, 31 de julio de 2014

Hiroshima.

Has vuelto
en otra estación.

Sin más
me has preguntado
cómo estoy,
que cómo me va.
Te lo diré:
el viento sopla
y te respiro;
me pongo al sol
y te noto quemándome la piel;
paseo
y leo en braille
los mensajes que dejamos
en las aceras;
fumo
y me consumes;
me visto
y me acaricias;
duermo
y sé que me sueñas;
oigo
y es a tu compás
al que bailo;
miro alrededor
y sonrío si nos veo
amanecer;
leo
y tocas el piano
en mi espalda;
Huelo
y me sorprendo
siguiendo tu aroma
en cada calle;
y cuando reacciono
es tu química
la que me hace explotar.

jueves, 17 de julio de 2014

Mil razones en anonimato.

'Pues no basta el recuerdo,
cuando aún queda tiempo'
Luis Cernuda.
Te quiero 
porque contigo me ahogo 
en un vaso de tequila.
Te quiero
porque contigo lo sencillo
se me hace un mundo.
Te quiero 
porque me haces odiarte
tantas veces al día
como quiero comerte.
Te quiero
porque no podría imaginarme
una vida contigo 
pero mucho menos una vida sin ti.
Te quiero
por esas cosas 
por las que no se quiere a nadie.
Te quiero 
porque llevo esperándote seis años
y no me importa esperarte doce más
si la recompensa son tus labios.
Te quiero
porque sé que nos tiraríamos
los muebles a la cabeza
-pero también te quiero
por las reconciliaciones-
Te quiero 
porque, desde que te vi,
supe que ninguno más
estaría a la altura.
Te quiero 
por los besos que 
no nos hemos dado 
y que tan bien me han sabido.
Te quiero
por no saber querer.
Te quiero
por tu indiferencia.
Te quiero
porque contigo me basta
sólo con eso, 
con que me quieras.

Podría darte mil razones más por las que te quiero y sólo una por la que te odio:
te niegas.



Cuando la cobardía pone freno a la expresión, al vivir, más necesario que respirar es pararse a pensar "¿Si yo no, quién?" Ya te lo digo yo, nadie.
Creo en ti.
Eres.
Haz que le baste.

lunes, 14 de julio de 2014

Con plomo en las entrañas.

 'Eres mi casa, Madrid:
mi existencia.'
Miguel Hernández.

Eres mi cuna, Madrid, 
mis desvelos.
Mi sueño y mi vigilia.

Tienes calles que 
pierden amores
y esquinas donde
el placer se camufla 
entre duros y pesetas.

Llegué a contracorriente 
de tu Manzanares,
dándome el sol 
en cada puerta.
Haciendo que calle
cuando, por las plazas, 
pasean tus musas, 
que el locus amoenus
de mi calendario,
invadido de cotidianidad,
sea el parque 
que el sol eclipsa
cada tarde
pues, entre barcas, 
el amor incesante 
jura eternidad en árboles
con llaves que prometen 
tener copia.

Madrid, 
tienes la avenida que 
se hizo Edén cuando me besó, 
en la que parar el tráfico
es tarea sencilla
si arriesga y me para 
el corazón.

Eres el olor a churros
con chocolate,
Madrid,
eres residencia del amor 
oscuro,
poesía del amor, 
y del olvido,
la realidad y el deseo
en un mismo código postal.
Eres los días azules,
mi sol de la infancia.
Eres los versos de Goytisolo
asomados a una ventana
en el Barrio de las Letras,
las piernas más largas
están en tus teatros de noche.
Por tu Gran Vía 
corre la piedra
-canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas-
que recitaba León Felipe
y en cada rincón, 
falsos Sabina 
recitan poesía 
a las amadas de balcón. 

En ti, Madrid, 
vivo juventud
a lo Gil de Biedma.
Inabarcable como eres, 
vives en mí como una duna
que no le teme al viento,
como las ganas de perderme
cada noche entre suspiros
y tus plazas, 
entre piernas y manos 
que no me suban al cielo
sino que me dejen respirando 
de tu caos.
El mismo que me ordena
y mantiene vida en mí, 
Madrid.

 

lunes, 7 de julio de 2014

Eres el mejor estado mental.



‘Kibbutz; […] rincón elegido donde alzar la tienda final, donde salir al aire de la noche con la cara lavada por el tiempo.’

Rayuela, Julio Cortázar.

                Mi Kibbutz era besar cada rincón de ti sin que el tiempo apremiara ni nos amenazara batiendo récords de velocidad, porque más veloz era mirarte y perderme. Mi tiempo ha corrido mientras tú y yo nos corríamos a la par, en un compás infinito donde la obra siempre finalizaba con un sinfín, valga la redundancia, de aplausos estremecedores que nos sacaban de nuestras casillas. Y éramos nosotros esos que aplaudíamos sin cesar esperando a que esa misma tormenta amainara, la que nosotros estábamos potenciando. Parece complicado y lo es, lo fue. Lo será siempre.

                Navegaba a la deriva cuando me perdía en ti, cuando el ahora no era ahora y todo perdía su sentido para que nosotros le diésemos otro. Mi Kibbutz era la falta de respuestas, un “¿Por qué?” constante que iba de la mano de tardes de un invierno que yo vivía cálido con papel y lápiz. Escribiendo(te) siempre mientras llovía.

                Ahora, pasado el tiempo, por fin he entendido que se puede echar a alguien de menos sin querer que vuelva, porque el daño ya fue suficiente. Espero a quien me lea párrafos en las curvas de mi cuerpo cada noche, que viva viviendo en mí, alguien que me tenga muerta de hambre por sus huesos y que me dé versos de cenar. Unos ojos a los que mirar como miraba los tuyos y me perdía, unas manos que tiren la piedra de mi rayuela al cielo y me eleven con ella. Ser el Viernes de un Robinson que me haga creer que la acción puede colmar, o que la suma de las acciones puede realimente equivaler a una vida digna de este nombre, que fuerce a mi interior a renunciar a ti, porque vale más la renuncia, porque la renuncia a la acción es la protesta misma y no su máscara.

Hay cosas que por mucho que me leáis y conozcáis jamás entenderéis, porque lo que sale de dentro nunca se puede explicar, porque tender una cama no es siempre tender una cama, porque el universo eleva a los que piensan con amor y yo me quedo con los pies en la tierra, tirando la piedra de mi rayuela por si llega al cielo y entonces llevar esto a su máximo esplendor. A lo extraordinario que era seguir tus pasos por la calle y perderme en todas tus estaciones.