Lo mío para con el género masculino es un deseo-odio digno
de tratamiento, pero las necesidades fisiológicas tiran más que cualquier
principio aunque, eso sí, algunos inviolables y otros sin los cuales se puede
pasar. Y por cambiar un poco el rollo depresivo-melancólico-nostálgico-dramático
del blog, hoy expongo mi teoría sobre mi actitud (recalco el pronombre posesivo
‘MI’) ante el género masculino, dividida en dos vertientes: polvos pasajeros y
no tan pasajeros, pero polvos sueltos al fin y al cabo, y aquellos que no
representan polvos pasajeros. Con esto, evidentemente, no pretendo ofender a
nadie, pero la vida es muy dura y yo lo quiero todo igual.

Puestos,
mejor dicho, puestas opinar, los polvos pasajeros y no tan pasajeros pero
polvos al fin y al cabo sois eso y nada más, empecemos por ahí. Por muy mono
que seas, muy bueno que estés y muy bien que me trates, si no me interesas para
nada más, no te esfuerces de verdad, no sirve para nada. Como esos que habláis
por el WhatsApp y no os contesto: si me habéis escrito cinco veces ‘Wapa, q
tal?’ y no os he respondido, desistid o seguid siendo el patetismo hecho
persona. Esa es otra, la ortografía. Es
que algunos escribís tan mal que se me quitan hasta las ganas de follar, fijaos
lo que os digo.
En lo
que respecta a este tipo de hombres, me considero una víbora, por decirlo de
alguna manera: si os tengo que pegar un corte que se os quede cara de corderito
degollado, lo hago, sin problemas. Aquí facilidades hay pocas con tal de que
ese tío que te has tirado una o dos veces y al que no quieres volver a ver
desaparezca. Y de la misma manera, si
tengo que sacar las armas, las saco, tanto el AK-47 de montar numeritos como la
lencería fina de encaje para dejaros infartando. Porque ya se sabe que en el
amor y la guerra todo vale, y no os quiero contar en el plano sexual.
Y otra
de las cuestiones que más me inquietan es referente a esto último, si se quiere
mandar a alguien muy muy lejos, ¿por qué no hacerlo de la manera más fácil y
sencilla? Diciéndole exactamente eso: ‘Soy preciosa y también precisa, no me
interesas.’ En definitiva, es que la libertad sexual de una mujer debería
consistir en saber decir “Aprende a follar y luego me llamas” sin sentirse una
zorra. (Aunque en cuanto a lo que a follar respecta tengo mis discrepancias,
que hay mucho inútil suelto en alguna cama de esos que van de fuckers y cuando
se van a poner el condón la lían parda, pero ese es otro tema.)
En lo
que se refiere a los hombres considerados algo más que polvos pasajeros, hay
opiniones de todo tipo, pero aquí la que cuenta es la mía.
Cuando
llega uno de estos lo notas, básicamente porque no es “ese de la camisa de no
sé qué color de la discoteca de anoche que salivaba tanto pero follaba bien” y
porque hay algo en ellos que te hace pensar y actuar teniendo como base la
frase “Por este sí que me depilo”, que ya es un acto a tener en cuenta. En
definitiva, son hombres, o al menos yo los considero así, mis hombres. Son esos
por los que notas algo más, algo que te hace querer verles constantemente, o
incluso que os vean juntos en público. Es algo diferente, y jodido en la misma
medida. Pero lo que no entiendo es esa
estúpida manía de decir “Si no me habla él, yo no le hablo”. Pues por estúpida
te quedas sin hombre. Me refiero a que ¿y qué más da si le hablas tu o te habla
él? Es una cuestión de querer hablar, no de ser una “facilona” (por cierto,
concepto del que me descojono soberanamente). ¿Qué entendéis por facilona?
Porque yo lo concibo como “hacer lo que me sale del higo con todos los hombres
que pasan por mi vida”.
Analizadlo, sé es fácil con quien
se quiere serlo, no hay más. Si un hombre no me interesa, evidentemente no voy
a mostrar ni interés ni disponibilidad, es más, le mando lejos en cero coma.
Pero, ¿y si interesa? ¿Hay algún problema en estar disponible o en mostrar
interés? Estamos viviendo donde todo gira en torno a “ser tías duras y
ocupadas”, para haceros las interesantes más que nada. Si, a mi si me lo ponen
demasiado fácil pierdo el interés, pero no tiene nada que ver con mostrarlo por
la otra persona. El lema que rige todos y cada uno de mis actos es:
“Arrepiéntete de haberlo hecho, no de no haberlo hecho”.
Soy una tía de las que enseña,
que mi vestido azul debería estar prohibido por corto, pero entonces muchos
miembros viriles también deberían y ahí siguen, que llevo escotazos por que me
encanta, digo las cosas tal y como se me vienen a la cabeza, no tengo la mente más
limpia del convento, el romanticismo se me perdió a la vez que las bragas, me
gusta la cerveza, el buen sexo y blasfemar,
y cuando hablan de mí no me pitan los oídos, me suda el coño.
Soy muy mía, y yo no ando, voy declarando la
guerra.