Está prohibido derrumbarse. No se puede. Es necesario articular los pulmones con movimientos normales de respiración. Todo esta bloqueado, todo está vacio. Pero funciona, igual que una barca cuyo timon fuese gobernado por un fantasma de emergencia. Siempre puedes aferrarte a unas perlitas de cocodrilo. Siempre puedes aferrarte a las paredes blancas de la habitación y a los ramilletes de fluorescentes vacios. Siempre puedes, pero no pasa nada, ni nadie. Solo el tiempo. Los relojes siguen desgranando los segundos como si nada.
Fingimos caminar, imitamos a las personas que eramos antes, cuando aun estabas aquí. Hace pocos minutos te escurrías entre nuestros dedos, pero todavía estabas. Entonces teníamos miedo, y nos hacia mucho daño. Pues aquello no era nada en comparación con el vacio que nos estalló silenciosamente delante de las narices con un breve y último suspiro. Todo el mundo tenia miedo. Miedo de que te fueras. Y ahora que te has ido, tenemos mas miedo aún.
Todos nos aguantamos con el corazón clavado en la tripa y en la garganta. Sin hacer ruido. No queremos que lo oigas. Es espantoso el ruido de un corazón cuando se rompe. Como el de un huevo a punto de abrirse aplastado por un bulldozer de porcelana. No queremos que comprendas. ¿Sabias? Queremos seguir oyendo un poco del tú y del nosotros funcionando con normalidad, con palabras, y sin gritos del corazón en silencio.
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