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Ha
pasado bastante tiempo y aquí estoy, cual perro abandonado volviendo a la tumba
de su madre, ¿qué esperabas? Si, yo
también lo pienso, debería largarme y no volver a verte. Hiciste que vomitara
rabia, todo eso que se hallaba en mi de forma inalienable, te negaste a que
estuviera ahí y poco a poco, fíjate que ni me di cuenta, lo fuiste sacando,
como el que saca recuerdos de una caja, y lo tiraste todo. Cambiaste el calor
por frialdad, la inocencia por demasiada experiencia sensible, las miradas con
cariño por odio en el mas absoluto sentido de la palabra.
Lo peor
es que, a pesar de todo, nunca he llegado a odiarte. Me cambiaste por completo
y sigo perdiéndome en esos ojos y esa boca. Esta vez una Ariadna en el
laberinto y el minotauro esperándola a la vuelta de la esquina. Ya no hay ni
Teseo, ni cordel que me saque de esta. Ahora soy yo, sin opción a una carta de
joker que sirva de comodín.
Necesito
una determinación, algo fijo, no me gustan las vueltas de tuerca. ¿Puede ser
porque ya me dieron a mí demasiados giros para ir a parar al suelo? Quien sabe,
en la guerra y el amor, todo vale, ya nos lo han repetido demasiado.
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