miércoles, 2 de diciembre de 2015

Supernova.


    Siempre he sido de dejarlo todo a medias, de no terminar nada aunque quiera, de entretenerme con enumeraciones innecesarias, de no saber vivir y sobre todo, de pensar en el tiempo que me queda durante cada cosa que hago en vez de vivir hasta el último segundo. Siempre me preocupo exageradamente de todo, quiero controlar hasta mi funeral. Me gustaría saber cómo lo haces para vivir, para no estresarte, para ser feliz cada minuto porque cuando me tocas me lo contagias.

   A ti no quiero quererte a medias, quiero darte mi 100 y mi 200 si se tercia, quiero beberme hasta el agua de las flores, ir a Marte o al cuarto de la plancha, pero contigo. Quiero darte todo el cariño que no tengo, quiero escribirte todos los días; ojalá fuese capaz de escribir todo lo que mis huellas dactilares gritan, que todo el tiempo quieren rozar tus universos, que quieren que sólo vivas en mi galaxia.

   Que “menos mal que estás tú”, quiero que seas el “sabía que iba a pasar y aun así lo hice” de todos los rincones, clavarme todos tus vértices y saber que vas a ser tú quien me cure las heridas. Lo que quiero es vivir en tus costillas, navegar el océano que hacen tus ojos, volver al pasado y decirle a mi yo de siete años que te quiera y te cuide, que vales más que nadie con quien me haya cruzado.

   La razón que no razona, el amor que no me clava astillas en la boca. La sensación de que esto es pasajero, que no estás, que sólo soy yo, como siempre. Pero apareces mirándome a los ojos y sacando de mí todos los lugares recónditos en los que me he imaginado contigo, diluyendo todo mi cinismo en tus caricias, pasando con tacones por encima de mi frivolidad y fundiendo cada milímetro que tiene mi coraza de acero inoxidable. Pasas desapercibida entre la multitud sin saber que me rompes y me recompones constantemente, que tienes ese je ne sais quoi que me tienta a correr a buscarte cada segundo desde donde esté. Supongo que esto es el amor, poner a su disposición tus miedos y tus alegrías, tu fortaleza y tu debilidad, la espada y la pared y confiar en que no te destroce; como darle la gasolina y el mechero al pirómano y dejar que entre en la colección de sentimientos inflamables que todos llevamos dentro.