lunes, 23 de noviembre de 2015

Desembocadura.



«Te he traído hasta las ruinas

que un día fueron mi casa,

a las grietas de mis paredes,

a los restos de mi naufragio.
»

"Rescate", Luis Alberto de Cuenca.
 

    Te he traído hasta el brillo que ya no tienen mis ojos, para que lo enciendas, para que nunca me apagues; a las palabras que un día fueron mi historia, a las huellas que ya no dejan mis manos, hasta los recuerdos que ya no escribo porque las llamas de mi pasado ya no queman, porque sólo me llama tu voz. 
   
    Te he traído hasta aquí de la mano, como el que no quiere repetir los pasos, yendo con cuidado e intentando esconderte de todo eso de mí que aún no conoces, como el que esconde en el desván una obra que no vale, como el que se tapa la cara por vergüenza.
   
    Te he traído hasta la casa que hacen mis puntos suspensivos, al cajón de mis desvaríos, a la despensa donde guardo todo lo que me das, por si algún día me faltas pueda seguir viviendo en ti. Te he traído hasta los cimientos de mi futuro incierto y tambaleante, a las esquinas donde grito sin que me oiga nadie para que escuches quién soy y te vayas corriendo si la canción no te gusta. Te he traído hasta aquí para que hagas hilos mis cadenas, para que vacíes el baúl de mi desconfianza, la caja fuerte donde duerme mi cinismo, para hacer los septiembres abril, el domingo, un viernes.
   
    Te he traído hasta aquí porque sugieres los imposibles que nunca he vivido, porque el amor no envenena, aunque como un escorpión deje los besos, porque tus miradas se me clavan en las costillas como puñales pero la herida no hace al muerto y tú me haces volar más lejos de lo que alcanza mi memoria sólo con rozarme. Te he traído hasta aquí porque sin ser mi oxígeno, me ayudas a respirar hondo, porque mis terminaciones se estremecen cuando gritas en silencio entre mis manos, porque tatuarme en la piel tu respiración es la mejor manera de justificar que el cielo en un infierno cabe. Te he traído hasta aquí porque no quiero que te vayas, porque en mi mar de sentimientos perdidos siempre hay sitio para algún dulce naufragio más.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Te escribo para darte todo el cariño que no tengo.

 "Si el amor, como todo, es cuestión de palabras,
acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma."
Luis García Montero.
Me da por contar contigo y cuento hasta los minutos. Cuento con verte cada día, con que cada tromba de agua que me cae merezca la pena si es por verte. Cuento con que mi almohada se despida de ti porque a mí me cuesta, y que contando, me cuente que a la mañana siguiente vas a ser la misma, con los mismos celos de hoy y las mismas ganas de jugar al parchís, porque contar veinte para comerte me parece una pérdida de tiempo.
Quiero llegar a mi punto de no retorno, contigo. A esa zona de no confort que produce un miedo aterrador y un placer inexplicable, donde no sé dónde me llevan tus pasos, si en la antesala de mi desconfianza están tus ganas debatiendo con mi razón, haciéndole entender que si todo contigo es así de fácil, qué importa el tiempo, qué importa el camino cuando el caminante hace poesía en mis mañanas al andar.
Me da por contar contigo y soy incapaz de mirar al cielo y contar porque me quedo con tus ojos. Cuento los barrotes de la cárcel que me ciega porque no hay más condena que mirarte y no poder contar cada uno los lunares de tu espalda. Cuento con correr el riesgo de perderme y no encontrarme si no es contigo, contar las calles que van hacia tu boca, pasarme la parada y no mirar atrás si no es por contar los pasos que te quedan hasta llegar.
Quiero intentar ganarlo todo contigo, que las ganas puedan con la angustia y el echar de menos viaje en transporte público hasta mi cama. Quiero mirar mientras suspiras, quiero que entiendas que eres más de lo que mi conciencia puede gestionar sin parpadeos, necesito aprenderte, memorizar cada rincón de ti porque mis folios necesitan entenderte, mis lápices necesitan escribirte y las yemas de mis dedos piden a gritos silenciados tocarte cada minuto del día.
Me da por contar contigo y cuento con que no eres una más, he dejado de contar en la lista porque sumas más que nadie y sólo resta si no estás. Cuento con que mi voz te llama a oscuras y no cuento más puntos suspensivos porque todos son seguidos, porque la cuenta avanza y sólo puedo pensar que si ahora te vas me queda una ecuación que no perdona, ni despeja, ni cuenta, me come, me desvía y no me deja respirar.
Quiero ver dónde va mi cinismo cuando sonríes, cómo me encuentro si me pierdo cuando voy a buscarte, qué le pasa a mi sistema nervioso cada vez que me rozas con la mirada. Quiero –necesito- saber por qué las palabras me salen a borbotones y mi boca no es capaz de pronunciar ni una sola, por qué he cambiado el escribir por el vivir en tus pestañas, por colgarme en el puente que hacen tus lunares. No hago otra cosa que querer verte y cuando llegas no hay lluvia de otoño que me impida correr por cada una de tus carreteras peligrosas; si esta es tu guerra, voy a pelear desde tu cuello cada vez que la lluvia te traiga otra vez hasta mí.
Cuento con que vale la pena cualquier consecuencia que tenga si la causa eres tú. Quiero saber, por fin, qué es la poesía y si viene de tus ojos.
Hacía mucho que no me salían las cuentas; había dejado el problema sin resolver hasta que has llegado tú con todas las respuestas. Ya lo dije una vez, las heridas son de quien las cura y en algún momento esto tenía que cicatrizar.