lunes, 14 de octubre de 2013

Felicidades cosa chiquitita.

                Ahora toca lo típico, ¿no? El ‘felicidades’ monótono de todo el mundo, siempre y para todos igual a lo largo de los años, pero la cosa cambia cuando a quién felicitas no es monótono –en este caso monótona- sino que cada día aporta una cosa diferente.
Así como a lo largo de tantos años ha entrado gente tan diferente en mi vida, considero que la variedad, tanto de personas como de perspectivas, consigue hacerme mejor como persona, y eso, precisamente eso, es lo que ha conseguido, en parte, esta pequeña espabilada que llegó sin avisar y para quedarse mucho, muuuuuucho tiempo.
El tema es que hoy cumple 17 años, y ¿qué os voy a contar? Si no la ves venir, parece un gatito al que hay que ponerle un cascabel para saber que está contigo siempre. Como la digo siempre, la mala hostia la tiene toda concentrada, tanto, que si no llega a lo alto de la estantería o tiene que subir un muro para quedarse contigo, tira la estantería abajo y dinamita el muro. Y con esa mala hostia y esos ojillos verdes (28) ha conseguido alegrarme los días de verano y las noches de invierno.
La verdad es que me queda poco más que decir, todo lo que tiene que saber, lo sabe de sobra, no hace falta escribirlo, con que me mire desde ahí abajo, lo sabe. Solo queda el último matiz, recordarla lo que tanto la he repetido, que la quiero, joder.

El tiempo no espera, pasan los años y tú con ellos, y yo a partir de ahora, contigo, para hacerlo más bonito. Como tus 17, felicidades.

viernes, 11 de octubre de 2013

Concluir.

Concluir: acabar o finalizar algo o ganarle la espada al contrario, de suerte que no pueda usarla. Eso pretendía yo, concluir con esto, concluirte de una vez por todas.
                Compito día a día con mi yo interior, con esa que quiere seguir viéndote reír, o simplemente seguir viéndote, como cuando quería vivir en ti. Y con esto, lo único que pretendo es dejarte pasar, que sigas tu camino –como has hecho siempre- y yo el mío, sin más. Quiero dejar de escribir por ti, de llorar por todo esto, por cómo has hecho cenizas el imperio que teníamos montado. Quiero echarte de aquí y que no vuelvas con tus paseos nocturnos por mi cabeza, ni por ningún sitio. Quiero que esto sea lo último que escriba por y para ti, no te mereces más que el último ‘adiós’ que te regalé, ni siquiera te lo di, era un ‘adiós’ de ‘vete y no vuelvas nunca’, y me has hecho caso omiso.
                Y  por mí, por mi psicóloga sin título y por todas las que han aguantado esto, se acaba, hoy, ahora, en este momento. Porque me has hecho tanto daño que ni con cien vidas a mi lado conseguirías hacerme feliz, me quitaste la inocencia de un soplo, corrompiste todo esto y todavía te quejabas de cómo era, fuiste tú quien me instruyó para que todo fuese así, fuiste tú quien colocó estos cimientos de mierda, provocando que me venga abajo cada vez que te nombro, que cuento todo esto, cada vez que hablo de ti me hundo, y soy incapaz de perdonármelo.
                Formas parte de mi pasado, y no puedo hablar de él sin hablar de ti, te reprocharía tantas cosas más… pero esto se hace eterno y una despedida a alguien que ha dejado que te hundas antes de tirarte la cuerda, es un delito.

                No te mereces ni las mil sonrisas que me has sacado, adiós, pero el definitivo, sin vueltas atrás, sin trampa ni cartón, para concluirte. Por fin.