Y los besos, tan efímeros como
eternos, ¿de qué sirve recordarlos si no es en una historia?
Abrí
los ojos y ahí estaban los suyos, como un universo hecho para perderse en él,
donde un maya sea capaz de leer hasta los astros. Como si de una pesadilla o
incluso el mejor de los sueños se tratara.
Los
miré hasta perderme y cuando empezaba a pensar que podría vivir ahí, llegó la
mayor de mis fobias, la peor droga, su boca. Aún no entiendo como sigue siendo
legal. A 3cm podía inhalar hasta sus pensamientos y no había nada más
alrededor. Solo su boca y yo.
Y entonces entro esa luz por mi ventana, haciendo que saliera de mi misma, haciéndome recapacitar como nunca lo había hecho, como nunca nadie había provocado que lo hiciera. Haciendo que despertara de todo esto y ahora cabe la duda de que alguna vez haya estado tan jodida. He
perdido los papeles, roto mis esquemas, mis ojos ahora siempre son Venecia y mi
corazón Roma desde hace ya un tiempo. Es echar de menos cada noche, pedirle al
cielo que esa boca que me volvía loca, vuelva y que esos ojos me miren
juguetones otra vez. Meter las manos en su abrigo, insultarle cuando tengo su
boca pegada a la mía, preguntarle siempre por el pirsing que ya me sé de
memoria.
No tengo una explicación concreta, me atrevería a decir que es porque
lo echo de menos, pero le tengo en la cabeza cada día, a cada hora, como antes,
pero ahora sin sus ojos ni su boca.
Volveré a bajar estas persianas que me tenían escondida y ajena a lo que no quería ver pero estaba. Bajarlas para ver si me doy la vuelta
y tengo tu boca susurrándome al oído.