Pero la
verdad es que como todo, el humor es capaz de mejorar y tu actitud se vuelve
diferente cuando una noche de tantas alguien totalmente desconocido físicamente
pero no tanto en el ámbito psicológico se mete entre tus sábanas emocionales
dispuesto a hartarte de piropos y hacerte sonreír. A veces, incluso hasta
sonrojarte o, en mi caso, aumentar la temperatura. Asi, una buena noche aparece
entre mis mensajes algo así, después de una larga conversación compartiendo
ambiciones y principios:
“-Transmitir mi cálido
afecto desde tus labios hasta los muslos que se alejan sugestivamente de tu
húmeda entrepierna, es lo único que calmaría el deseo que tengo de empotrarte
contra la áspera y dura pared. Y quererte. Querernos sin más.
Llegará el día en que no sea la distancia la que nos separe, sino un
simple trozo de tela, el cual yo arrancaré y lameré recordando los días y las
noches como estas que me deseaste para ti en tu cama y la vida no tuvo el
coraje de ayudarnos a que aquel deseo se hiciera realidad. Serás mía y yo tuyo.
Nuestro será el placer y tu cama testigo de ello.”
Después de leerlo y releerlo te das cuenta de que no solo eres tú y los
tuyos a los que ves de vez en cuando, sino que puede haber alguien incluso a
1982’5 km que te desea, lo que me hace ponerme a pensar y decirme a mí misma “Andrea, tienes que darte la vuelta y mirar
hacia fuera, no sabes lo que te estás perdiendo”.